Reflexiones [Libre]

Al poco de reincorporarme a mis labores en la Universidad, a uno de mis superiores se le ocurrió que fuera al museo británico como ayudante de un equipo que pretendía hacer una exhibición de “dinosaurios”. Yo debía encargarme de que no rompan ni el más pequeño huesito del dedo más pequeño de cualquiera de esos esqueletos fósiles, mientras le decía a la chica encargada de hacer los carteles cuál era el nombre de cada especie. Lo novedoso es que se mostraría un esqueleto nuevo. Genial, para los niños nerds como yo sería un hecho trascendental en sus vidas.

Estaba de un humor extraño ese día, no podía concentrarme fácilmente y hacía falta repetirme varias veces la misma cosa para que escuchara. Planeaba un próximo viaje, era lo que más me apasionaba de mi trabajo. El ir de un lado al otro, ese era mi espíritu inquieto. Pero no solo era eso, debía admitirlo, desde mi reciente regreso a Londres mientras disfrutaba de la compañía de mi familia, el encuentro fugaz con dos mujeres me tenía errabundo.

Me quedé sentado en una banca, con la mirada fija en la nada, con mi mentón en la palma abierta de mi mano, con las piernas estiradas a lo largo. Con la gente que pasaba a mi lado, y la secretaria que seguía ordenando los papelitos.

La mañana había estado bastante bien en la universidad a excepción de la clase de matemáticas, la más odiada por mi, quizá era un ángel pero los números lograban hacerme poner de malas tanto como un demonio.
Caminé por los pasillos entre las aulas con todo el bullicio normal de todos los estudiantes que salían de sus respectivas clases; algunos malhumorados otros no tantos, pero normal como todo día en este lugar.

Después de salir de la universidad decidí dar un pequeño paseo por el museo británico, después de todo ver un poco de cultura siempre me alegraba más el día de lo normal.
Caminé con un poco de lentitud y tarareando en voz baja un tema que había oído cantar a una compañera de clases esta misma mañana. En pocos minutos me encontraba traspasando el umbral del museo donde tenía pensado ir. Sonreí al ingresar y ver una especie de exhibición de Dinosaurios, uno me llamó la atención más que todos era bastante extraño, pero al parecer todavía no acababan de hacer los arreglos para estas criaturas extintas.

Decidí tomar un refresco de esas máquinas expendedoras y sentarme en una banca cercana a tomarme un Break de toda la mañana. Me percaté del humano que tenía a mi lado segundos después de estar sentado. Al parecer estaba absorto en sus pensamientos ya que estaba mirando un punto fijo en la mismísima nada. - Geniales los esqueletos ¿verdad?- comenté mirando hacia la dirección de los Dinos.

Mi mente funcionaba como esas secuencias de una cosa que lleva a otra. Como esas diapositivas que muestran similitudes o contrastes con la imagen anterior; una sonrisa en dos rostros diferentes, sonrojo por un lado y actitud desafiante por otro. Casi como un antídoto para pasar de esos pensamientos viciosos, las caritas angelicales de mis niñas, una que me hace muecas y otra que me mira con el brillo en sus ojos color miel. A falta de mujeres, tenía dos ángeles en mi vida, me dije dejando caer mis párpados. ¿Por qué diablos me costaba tanto dejar de andar errante por ahí? Molly me criticaba, pero era mi naturaleza y no podía negarla. Los levanté al instante al oír una voz que me sacó de mis reflexiones.

Desvié mi mirada hacía el chico que se había sentado a mi lado en la banca para tomarse un refresco, que extraño era encontrar jóvenes en el museo británico. Así que no era el último nerd histórico perdido en Londres. Le sonreí:

- ¿Te gustan?- pregunté estúpidamente sin ocultar mi sorpresa ni un poco.- ¿Estudiante de arqueología? ¿Historia? Ya sé, ¿fanático de Jurassic Park?- lancé un par de posibles opciones, tratando de adivinar a que se dedicaba.

El muchacho se sorprendió un poco ante mi pequeño comentario referente a las criaturas extintas. -Si, son, bueno eran criaturas fascinantes- aseguré con un poco de entusiasmo. Después de todo un ángel en su tiempo libre, al menos yo, se dedicaba a estudiar o saber un poco más acerca del mundo que nos rodea, o en este caso que nos rodeó.
Tomé un poco de refresco antes de reír por su siguiente tanda de preguntas acerca de mis estudios.
-Ninguna de las tres- dije en tono bromista ya que tranquilamente por intuición podría ser estudiante de alguna de esas dos cosas o mismo fanático de ese film, pero no.
-Pero siempre me agrado todo lo relacionado con la tierra, el mundo en sí . Por el momento soy estudiante de medicina- aseguré sonriendo viendo como los trabajadores del museo movían los esqueletos de aquí para allá para ver donde se podían apreciar mejor.
-Supongo que tu eres estudiante de alguna de esas dos cosas ¿verdad?- me atreví a preguntarle con la referencia de sus anteriores preguntas.

Como todas las personas que me decían que les gustaban los dinosaurios, el chico me cayó bien de entrada.

- Lo eran, no hay duda.- coincidí con el chico dejando entrever mi pasión por ellos. Esos esqueletos que eran a mi ojos verdaderas bestias de otros tiempos, mis sueños infantiles hechos realidad. De niño soñaba con un dragón como mascota, ser amaestrador de quimeras, perderme en una selva de dinosaurios. Esos animales que protagonizaban relatos de otros tiempos. Me quedé mirando el fósil más cercano con ese embeleso que me causaba siempre admirar mi trabajo como arqueólogo.
Luego volteé hacía él para comentar con un dejo de broma:

- Entonces podemos decir que eres un patriota de tu planeta. Entre tantos que fantasean con vivir en Marte, me alegra que todavía haya gente como yo que disfruta de tener los pies puestos en la Tierra.- le guiñé un ojo.- Así que medicina, entonces estarás acostumbrado a los esqueletos- agregué haciendo una mueca.

Estiré mis brazos sobre el respaldo y el brazo de la banca, para decir con toda la arrogancia que me permitía:

- Soy arqueólogo.- se podría decir que esperaba aplausos tras mi respuesta, adoptando una pose de suficiencia. Después bajé dos grados- Te presento a mis hijos,- abarqué a todas las exposiciones de fósiles de la sala- son mi vida.

En verdad la frase "los pies sobre la Tierra" no era muy certera tratándose de mi que siempre pasaba más mi tiempo volando que con los pies sobre el suelo pero el joven no sabía con exactitud que era más que un simple humano. A pesar de que para los ojos de los demás pasaba desapercibido.
-Sí, los esqueletos ya no me dan impresión, además de la sangre y todas las cosas que veo en la universidad sobre el cuerpo humano. Y respecto a lo de patriota, sí lo soy daría la vida por cada ser del planeta- Aseguré poniendo veracidad en mis palabras. Después de todo era lo que trataba de hacer todos los días: cuidar de todos como me fuera posible.

Su forma de expresar lo que hacía en la vida me hizo reír un poco, quizá sonaba un poco arrogante pero después de todo era un apasionada con lo que hacía; me lo demostró enseñándome gran parte de las exposiciones de fósiles que estaban en la sala. -Es bueno dedicarse a lo que uno ama y al parecer tu trabajo te fascina- aseguré viendo su expresión al ver lo que tenía delante.

Levanté las manos en señal de “Stop” fingiendo sobresaltarme con sus palabras.

- Para, chico, tampoco te emociones con ello. Cualquiera podría aprovecharse con lo que dices, y eres médico,… bueno, futuro médico, no soldado, no conozco dos cosas que fueran más opuestas.- bajé mis manos- Además, hay personas que no se merecen que le salven la vida.- sentencié.

Solo bastaba con escuchar las noticias matinales para saber que el mundo estaba plagado de enfermos que robaban, asesinaban, violaban, destrozaban vidas humanas como si de hormigas se trataran creyéndose los Todopoderosos. Suspiré con fastidio de solo pensar en esa gente.
Me relajé al seguir por el camino más placentero que era el de hablar de mi profesión. No había algo que me gustara tanto que hablar de ello, a falta de novia, familia propia, automóvil, esto era lo más importante para mí. En competencia con Molly. Luego venía Rex a la par de mis hermanos y sobrinas. Pero en cuanto a lo que era vida personal, ser arqueólogo lo era todo para mí.

- No me fascina. Amo mi trabajo. Puedo dedicarle días enteros, sin distraerme con nada más, jamás me aburre y puede hablarte de ello hasta cansarte las orejas.- en realidad, andaba algo distraído esos días pero era la excepción a la regla.- Si sientes eso por tu oficio, sigue adelante, o de lo contrario, mándalo a la mierda.- le aconsejé- Lo que haces tiene valor, si lo haces de corazón. Aunque suene cursi y con rima- puse los ojos en blanco, riendo.

Me regañó un poco cuando escuchó lo que había dicho respecto a salvar vidas. Bueno, quizá si había sido un poco exagerado con lo que había dicho pero en sí, mi verdadero trabajo consistía en velar por la vida de los demás. -Bueno sí pero lo decía en sentido de salvar vidas con mi futuro trabajo- comenté poniendo la mano detrás de mi nuca y rascando mi cabello haciendo una mueca de gracia ante estas circunstancias.

Debía admitir que era un tanto extraño entablar conversaciones con los humanos sin poder contarles lo que verdaderamente ocurría; que miles de demonios y ángeles se debatían en luchas para salvarlos o hundirlos. Tristemente esa la realidad que pocos podíamos ver, aunque después de todo ya ellos veían demasiados horrores en la vida cotidiana como para andar preocupándose de la presencia de ángeles y demonios luchando por doquier.

-Si eso lo tengo bien en claro, siempre hago las cosas desde el corazón, sino no tiene el valor que se merecen. Y para cursis no te preocupes porque a veces suelo serlo cuando me dejo llevar confesé riendo un poco de mi mismo y terminando mi refresco apretando la pequeña lata con una de mis manos.

- Yo nunca fui cursi… pero el amor hace que me ponga un poco idiota. El amor por mi trabajo.- sonreí.
Me di cuenta que estaba comportándome como un viejo en compañía de un chico al cuál debía dársele consejos y anticiparle algunas enseñanzas de la vida. A lo sumo, nos llevaríamos cinco años.

- ¿Cuántos años tienes? ¿20? ¿ 21?- otra vez, adivinando. Le señalé un basurero a un lado de la banca donde pudiera depositar su lata, después de años de pasearme en museos ya señalaba las normas de la casa automáticamente. Por favor, no toque las muestras exhibidas. Por favor, residuos en el basurero. Por favor, no apoye las manos en las vidrieras. Etcétera.

- Una vez una profesora de la universidad me había dicho que los jóvenes somos idealistas, y por eso deberíamos gobernar el país. No los adultos resentidos.- reí- Somos los únicos que mantenemos el optimismo. Luego envejecemos y…- suspiré con teatralidad- rendirnos es tan fácil. Creo que el mundo nos defrauda tanto, que ya ni ganas dan de seguir luchando por ideales.

El amor. Esa palabra lograba aterrarme un poco, bueno siendo referente al amor a una persona de otro sexo, al amor entre parejas, ya que eso acabaría con lo que soy en un santiamén. Después de estos 250 años había logrado no enamorarme y perder mis alas y esperaba que todo continuará así ya que mi mayor temor era dejar de ser lo que era.

-En realidad tengo 25, pero comúnmente cuando llevo el cabello corto suelen darme menos de 23.- aseguré por experiencias anteriores al darme un número para la edad que aparentaba tener. Después de todo en realidad tenía 250. -Tu rondarás mis años también ¿no?- pregunté intentando adivinar yo esta vez la edad de mi acompañante amante de la arqueología, mientras arrojaba la machucada lata al cesto que me había indicado..

Solté un suspiro frente a su anécdota de su profesora de historia. -Yo creo que rendirse le facilita las cosas al otro bando, quiero decir a los que tratan de empeorar al mundo con ambición, envidia y esa clase de cosas- me aventuré a decir. Por poco y decía la palabra demonio, pero debía recordar que no estaba hablando con uno de los míos aunque me entendería de igual forma

Abandoné mi pose relajada en un santiamén, como si el chico acabara de mostrarme una araña. Me incorporé como asustado, estudiándolo en detalle con los ojos abiertos de par en par. ¿Y yo le daba consejos? Solo eran dos años de diferencia a su favor, pero era un error común creer que todos los estudiantes universitarios eran adolescentes que recién abandonaban los pupitres de la secundaria. Además, había olvidado lo larga y tediosa que llegaba a ser la carrera de medicina.

- ¡Haberlo dicho antes! Y yo que te daba varios años menos,- negué con la cabeza- Tengo 23 años, terminé la carrera a un ritmo acelerado y llevo trabajando en investigaciones de la Universidad como hace un año. No soy un chico genio, pero cuando me propongo alcanzar lo que quiero, lo logro.- y ser arqueólogo era lo que más quería. No fue difícil sentarme a estudiar, es más, me encantaba. Mis profesores de secundaria me odiarían si supieran que solo les hice la vida imposible a ellos.

- Exacto, yo creo lo mismo.- lo secundé con una amplia sonrisa y levantando el dedo índice de mi mano derecha,- Pero…- bajé la mano derecha para entrelazarla con la izquierda sobre mi regazo.- somos jóvenes. Todavía no estamos demasiados cansados para seguir luchando contra la corriente.

Por un momento creí haberlo asustado con algún comentario pero después de unos segundos caí en la cuenta de que era sorpresa lo que pasaba. Si, definitivamente tenía que hacer algo con mi aspecto ya que aparentaba ser un estudiante de instituto en vez de universitario. Aunque después de todo lo que menos importaba era el aspecto físico.
Respecto a su edad no me había equivocado tanto, ya que entre 22 y 24 era mi hipótesis acerca de sus años. Después de todo el dato de que era arqueólogo me daba a pensar que ya estaba recibido de una carrera, y a decir verdad bastante rápido.

-Te entiendo, cuando uno hace lo que le apasiona todas las cosas son un poco más fácil y más referente al estudio - aseguré. Después de todo eso me había ocurrido a mi con la medicina y las carreras anteriores que me había dado el lujo de estudiar por mi cuenta.

-¡Si!. Ya nos quedaran varios años para quejarnos acerca de todo- bromee como si algún día pudiese envejecer tan rápido. En realidad había una alternativa para eso, pero no quería perder mis alas por nada del mundo, al menos eso me había planteado desde que le dieron inicio a mi existencia.

- Si, supongo que se debía a eso. Aunque mi hermana decía que en realidad tuve la inteligencia dormida por mucho tiempo y se despertó ante la puerta de entrada a la Universidad- me reí.

Eso era verdad, mis padres habían pasado muchos años preocupados de que su hija mayor aprobara con honores y que su hijo, en cambio, cada día estuviera a un paso de visitar la oficina del rector del instituto. Nadie podía entender lo opuesto que éramos en ese sentido –también en otros, claro-. Pero ni loco me hubiese convertido en nerd a esa edad, yo era el tipo que hacía bromas, nunca hubiese sido capaz de recibirlas.

La secretaria que cuidaba de mis bebés se retiró, seguramente a buscar algún documento. El chico y yo quedamos en la amplia sala donde las voces tenían eco; al ser la tarde se veía algunas personas en los corredores cercanos, estudiando exposiciones del museo. Eran, por lo general, personas de edad. Los niños de edad escolar venían por las mañanas con sus maestras.

- Claro, quejarse es el privilegio de los viejos. Y juro que nadie me quitará ese derecho.- aseguré con una chispa de broma.- Pero para entonces estaré descansando en una isla paradisiaca, viviendo en una choza con mi perro Rex. Con una que otra bailarina hawaiana sirviéndome jugo de coco. Un sueño hecho realidad- cerré los ojos como disfrutando de esa fantasía, luego los abrí- O en su defecto, discutiendo con mi esposa sobre la crianza de los nietos, después de treinta años de casado. ¿Y tú?- inquirí, mirándolo.

Reí frente a su comentario y pude apreciar en su comentario que le gustaba recordar sus épocas como estudiante de instituto, al menos eso me daba a entender el matiz de su voz y con la sonrisa con la que hablaba de su pasado. Era bueno que todavía haya personas que admiraran lo que había hecho anteriormente y mejor aún que estén enorgullecidas de lo que hacen en la actualidad.

Los que se encontraban inspeccionando los dinosaurios iban abandonando la sala paulativamente, seguramente ya habrían terminado de chequear las cosas, o quizá paraban para tomar un aperitivo, realmente no sabía pero el movimiento hizo que desviará mi vista hacia ellos. Volví mi vista a mi acompañante cuando comentó acerca de la vejez y sus planes para ella. El primero me hizo reír, realmente sabía lo que sería bueno para él , aunque la segunda opción me pareció un tanto más realista.
- Me imagino todo arrugado jugando con algunos niños o quizá siendo un abuelo algo quejón. Y si me dejas fantasear un poco como tu lo hiciste quizá un poco mejor que eso en algún lugar remoto y lleno de paz - dije sonriendo para luego reírme de mis propios comentarios. Por supuesto que no me quería imaginar siendo algo que ahora no era.
- Por cierto mi nombres Es Gabriel, pero dime Gabe- dije a modo de presentación extendiéndole mi brazo.

El chico –no tan chico- se presentó como Gabriel, después reírse al imaginar su propio porvenir.
- Un gusto, Gabe, yo soy Ethan. Y dentro de unas décadas, abuelo Ethan.- sonreí, aceptando la mano que me tendía.

De una u otra forma terminaría siéndolo, si mis sobrinas eran como mi hermana Molly no tardarían en buscar amores y llenar el mundo de bebés. Si no tenía hijos propios, tendría el consuelo de robarme los nietos de mi hermana. Porque hasta el momento, la ciencia no había logrado que los fósiles de dinosaurios –mis bebés- tuvieran descendencia. Y todavía debían pasar muchas décadas para poder adoptar a un triceratops vivo.

- Me parece que nuestros futuros se parecen, o una solitaria paz, o una bulliciosa familia… Ambos tienen su atractivo,- comenté. Pensé en ello, en cómo me iba acostumbrando a mi rol de tío soltero, no descartaba el conocer a la chica que lograra llevarme al altar –quizás a la fuerza o sin confesarme a donde nos dirigimos- pero podía vislumbrarme perfectamente como el arqueólogo solitario, anciano y sabiondo que molestara con arrogancia a la nueva generación de investigadores.- Quizás debamos encontrarnos dentro de 50 años y contarnos que hicimos de nuestras vidas.

Ethan estrecho mi brazo y se presento de igual forma que yo, simplemente que había añadido una broma acerca del futuro que tendría en unas décadas. Sonreí ante ello y dejé que mi brazo cayera a unos de mis costados mientras que con el otro desacomodaba un poco mi cabello, o lo poco que había quedado de este después del corte que le había dado.

Me quedé un tanto pensativo ante su siguiente comentario, ya que yo veía mi vida más como una solitaria paz a una bulliciosa familia. Debía admitir que los niños siempre me habían parecido de lo más dulce, pero jamás había pensando en yo podría ser un padre, formar una familia y todo ese tipo de privilegios que los humanos podían tener con generar vida. Solté un suspiro y sonreí . - No sé como será pero espero que disfrutar de lo que sea que el futuro deparé- aseguré. Después de todo ni yo sabía las cosas que pasarían.

50 años y yo aparentaría unos 30, no cambiaría demasiado en el transcurso de 5 décadas, aunque sabía perfectamente que Ethan tendría una familia y estaría feliz rodeado de sus nietos. No sabía bien porque pero tenía ese leve presentimiento acerca de su persona -Sí, porque no y jugar ajedrez como lo hacen los ancianos- Bromee.

“Lo que el futuro me depare” era lo que yo también diría; no podía dar nada por hecho, en la vida había aprendido que no podía hacerlo.

- ¿Sabes que creo?- lo miré con una sonrisa bailando en mis ojos avellanas- Que existen tres tiempos futuros. Lo que deseamos que pase, lo que esperamos que pase,… que no es lo mismo que desear porque no conlleva una esperanza sino justamente esperar la consecuencia de la causa, es ser realistas.- aclaré, y nombré el último- Y lo que realmente pasará. El futuro cambia a cada instante, y es por eso, para sorprendernos, para que ninguno de nuestros pronósticos se cumpla. Si el futuro fuera un ser humano, sería una mujer.- reí a carcajadas.

Eso había aprendido. Hubo momentos precisos en los que creí que el instante sería eterno, que los amigos de entonces no me abandonarían nunca más. Que las personas de mi entorno nunca se marcharían, que yo tampoco me iría. Y no fue así. El paisaje mutaba con el paso del tiempo.

- Siempre me gustó el ajedrez.- comenté, ensimismado en ese pensamiento.- Pero nunca me aprendí las técnicas para ganar, jugaba a instinto. Que cuando ganaba en una jugada me sentía el vencedor de una gran guerra.- sonriendo misteriosameente, me giré hacía él- ¿A qué te recuerda el ajedrez?

Asentí a lo que decía y me quedé un poco reflexivo respecto a lo que decía, ya que mi idea de futuro era seguir siendo un ángel y conservar mis alas al igual que ese era el mismo que pensaba esperar que pasaría. Pero también estaba la probabilidad de que el futuro que era el verdadero me dejara como un anciano, viejo enamorado y sin alas, no juzgaba que eso no sería una buena vida, pero me había hecho una promesa de no perder mis alas por nadie y hasta ahora lo llevaba muy bien, ojalá el futuro deparará lo mismo que yo pensaba. Reí ante lo que dijo y salí de mis propias conjeturas para prestar atención a la conversación nuevamente.

Llevé una de mis manos a mi mentón y sonreí . - El ajedrez es como el futuro en cierta forma, ya que no sabes lo que tu contrincante pueda llegar a hacer. Bueno al menos yo no soy tan listo como para saber- dije bromeando. -Pero es uno de mis juegos favoritos, me gusta pensar un poco al jugar pero dejarme llevar también es bueno- aseguré comentándole un poco de mis tácticas frente a uno de los juegos más clásicos. Parecíamos ciertamente dos nerds hablando de eso, pero no importaba mucho eso.

- Exacto, no sabes lo que el otro hará. Por eso nunca me decidí a aprender las técnicas, hay personas que en cambio sí lo han hecho pero no porque saben que eso les hará ganar sino porque eso les permite acorralar a su contrincante. Eso es lo que pasa cuando te guían las emociones, te vuelves vulnerable.- me volví a sentir viejo al decirle esas cosas a Gabriel.

Recordé un rostro rubio que me miraba con frialdad, tenía miedo de que sus ojos delataran lo que sentía. Había personas así, que se aprendían las técnicas porque querían contar con una ventaja sobre los otros, porque no querían ser acorralados en realidad. Tenían mucho que perder si eso sucedía.

- La verdad, a mí me recuerda a la vida misma- agregué. Y como para romper con ese aire rancio propio de filósofos, oficio en el que caía cuando me descuidaba, dije.- También me gusta el fútbol, como lo juegan los italianos. Nada de fútbol americano. No sé si eso también tendrá su significado.- sonreí.

Asentí ante lo que decía, ya que estaba completamente de acuerdo con lo que pensaba. Emociones. Las que no quería que me dominarán, a las que tanto temía, aún después cuando uno de los ángeles más cercanos a mi había caído en la tentación del amor y así ahora se encontraba como un humano- aunque sabiendo un poco más- sin sus alas y el aura de protección que todos teníamos.

Nuevamente había recaído en pensar en lo que más temor me daba en vez de intentar pensar en las cosas que ocurrían en el presente.
Reí ante su comentario de fútbol y agregué - Quizá porque tengas rasgos italianos o tengas antipatía hacia lo americano- bromee como si en verdad se tratará de eso . -por mi parte prefiero el fútbol británico - comenté sintiendo algo patriótico a mi mención.

Me levante de la banca y le hice un gesto para que me siguiera a ver a los dinosaurios un poco más de cerca, después de todo ya no estaban todos rondando encima de estos.

Seguí a su gesto incorporándome del banco, para acercarnos un poco más a los fósiles de dinosaurios que desde el día siguiente se expondrían en el museo. Ese día los habíamos traído así que faltaba imprimir folletos, carteles y esas cosas. Señalé al dinosaurio que teníamos a un metro.

- Te presento a Sinclair, le decimos Syn, mi último hijo.- era un esqueleto de estatura media en comparación con otros, con largos huesos en lo que serían sus patas, cuello y cola. Sus dedos eran garras curvas. Lo habíamos traído de nuestro viaje a África; yo había sido quien le limpiara el polvo.- La gente normal lo llama Syntarsus.

También había uno que medía no más de un metro, su estructura ósea era similar a la de Syn. Era un Fabrosaurus. Y más diminuto aún, estaba el Lesothosaurus. A unos pasos más allá, estaba en contraste la enorme figura de un Brachiosaurus. Huesos que ordenados y tensados por hilos casi invisibles, intimidaban por su realismo, si fósiles nos sorprendían lo que sería de nosotros, si algún día tuviéramos el gusto –o la desventura- de encontrarnos frente a un dinosaurio con algo más que huesos y completamente vivos.

- Y ellos son Fabricio, Lester y Brandon.- indiqué apuntando con el dedo índice.- Podríamos decir que ellos son los primos de mi Syn.

Guardé las manos en los bolsillos de mis vaqueros, hamacándome sobre mis pies.

Se incorporó de inmediato siguiendo mis pasos y señalándome a un dinosaurio que estaba situado en frente de mi dándolo a conocer como Sinclair con cariño y su nombre ciéntifico. - Sinclair me suena más agradable que Syntarsus - aseguré riendo acercándome un poco más a ver a uno de sus hijos como Ethan los denominaba.
Me indicó los nombres de otros tres y me quedé mirando al Brachiosaurus con un poco más de interés ya que me parecía fascinante.

- Me agrada Brandon - aseguré atreviéndome a tocar uno de sus huesos, aunque de seguro no estaba permitido, pero siempre había sido un poco metiche en ese tipo de cosas, la curiosidad era uno de mis defectos.
Por como hablaba Ethan se notaba el esmero y la pasión en los dinosaurios y eso realmente era admirable. Me volteé y lo vi hamacándose en su sitio. -Este museo es genial y yo no lo conocía - dije con un poco de pena.

Los nombres científicos eran interesantes, pero al igual que Gabe, me agradaba más poner nombres comunes a mis descubrimientos. Sonreí cuando señaló a Brandon, ese dinosaurio tenía algo que lo hacía ver tan bonachón, que de niño me parecía aburrido y de grande le tomé cariño. De pequeño me gustaban los que tenían cuernos o grandes colmillos. De allí que me perro se viniera a llamar Rex.

Rodeé la figura de Sinclair, respondiéndole:
- No te culpo, creo que las pocas veces que yo pise un museo eran cuando sabía que había dinos dentro esperándome. Ni siquiera miraba las otras salas. Ahora estoy más familiarizado con museos y lo que hay dentro, por gajes del oficio. Pero, si con algo he de comparar a un museo es con la Catedral.- le dirigí una mirada que hablaba por sí misma- Entre tantas discotecas, pub, parques, ¿cuántos eligen ir a rezar un poco? Lo mismo pasa con el museo, teniendo TV e internet, ¿qué vendría a hacer alguien aquí?- no estaba criticando nada, solo señalando una verdad. Del tipo “Oye, el cielo es azul”.

Hice una mueca pensando en todas las veces que veía a un par de adolescentes desviando su camino hacia un cine o un teatro antes de ir a una iglesia o mismo a un lugar educativo como lo era este museo. Pero eso ya lo sabía desde antes de bajar aquí a la Tierra, era por eso que el trabajo de los ángeles se hacía cada vez más y más difícil ya que todo llevaba a los humanos al ocio a la maldad y allí era cuando el bando contrario, los demonios, tenían una ventaja favorable hacía ellos. Solté un suspiro al pensar en ello y asentí levemente.

- Sí en eso llevas la razón, no sabes cuantas veces he intentando cuidar de alguien en particular y se me hace difícil al ver por donde quiere ir - comenté naturalmente acerca de mi trabajo de ángel guardián dándome cuenta de que había hablado un poco más de la cuenta, pero contaba con que tomara eso como un comentario de la sociedad en sí y nada raro.

Lo miré extrañado por su comentario, pues me costó unos minutos deducir que debía referirse a cuidar la salud de una persona y no saber luego si seguía las indicaciones médicas, o por el contrario, visitaba lugares poco recomendables. Eso fue lo que me dije. Aunque no me cerrara del todo.

- Por eso no elegí ninguna carrera altruista. Mi madre es enfermera, mi hermana mayor es médica. Mi padre, profesor. Pero yo no tengo talento para creer que puedes mejorar el mundo.- dije perdiendo toda sonrisa- Ellos sí. Yo solo me dedico a vivir, sin pensar demasiado si estoy haciendo lo correcto o estoy yendo a la mierda. Uno se ahorra así varios dolores de cabeza.

A diferencia de nuestra madre, Molly y yo desarrollamos nuestra fe cuestionándonos ciertos mandatos, sin aceptar a pies juntillas ni la verdad que se decía santa. Molly tenía idea romántica, lo mío era más práctico. Yo necesitaba alguien en quien creer. Después de eso, me comportaba como un simple humano, sin inspirarme a ser beato.