¡Día de San Valentín! {TODOS}

Es el día de los enamorados, ese día en que todo se pinta de color rojo y los regalos son más que esperados. Las parejas caminan tomadas de las manos, haciendo alarde de su amor. Otros menos afortunados se quedan en sus casas viendo películas acordes al día o en las que todo es sangriento. Como quiera que se disfrute, es un día especial. Algunos se mofan gritando a los cuatro vientos que es más comercial que otra cosa, pero a final de cuentas, se disfruta.

Es por eso, que la discoteca Love is... ha decidio hacer una fiesta de San Valentín en la que habrá más de una sorpresa, aunque ya todos saben que el grupo Coldplay estará aquí, habrá concursos de rey y reina de la noche, sin importar que éstos sean pareja o no, juegos y otra clase de entreteniemiento para todos. Después de que se enviaron las invitaciones a un selecto grupo de Londinenses, se espera un lleno total.

El amor está en el aire así que abre bien tus ojos, esta puede ser la mejor noche de tu vida.

ACTIVIDAD
~Todos los asistentes deberán colocar una imagen en SPOILER {en su firma} con el vestuario que llevan, esto para el concurso de rey y reina de la noche.
~El horario es 8:00 p.m. para que se amolden
~Recuerden que hay demonios en la fiesta, así que estén alertas por cualquier maldad.
~Diviértanse mucho.
~Roleen mucho

Había llegado el día mas cursi del plantea: el día de San Valentían. Se suponía que en esa fecha los humanos celebraban el mutuo amor que sentía cada miembro de la pareja hacia el otro, demostrando cuanto sentían ese amor con tarjetas, regalos, paseos por la playa y no-se-que-más chorradas de esas. Personalmente, no me agradaba nada de eso de el día del amor, puesto que no creía para nada que esos tontos monos sin pelo pudieran realmente amar a alguien. El amor no existía, solo la lujuria, y lo que todos ellos creían sentir como amor no era mas que sus impulsos mas bajos, expresados en un entorno que pudieran mostrar abiertamente en sociedad. Porque era sabido que la sociedad humana no veía como algo cotidiano el tema de la lujuria y el sexo, a pesar de tenerlo tan arraigado en su vida. No era algo que se pudiera mostrar públicamente, así que lo disfrazaban como algo llamado amor para que así fuera aceptado a los ojos de sus congéneres. Patético, a mi modo de ver. Los humanos eran de lo mas raro, si no podían aceptarse ni a si mismos ni entre ellos con una cualidad que todos ellos tenían y que, muy a menudo, primaba entre todas las demás y les hacía cometer muchas de sus acciones. Pero bueno, hacía mucho tiempo que había dejado de intentar comprender a los humanos.

Lo importante de aquel día, sin embargo, no era el dichoso amor ni lo que los humanos tuvieran en la cabeza. No, lo importante del día de San Valentín era la celebración que iban a hacer esos humanos. Porque siempre que había una festividad cerca, ellos hacían una fiesta. Y donde hubiera una fiesta, allí estaría yo. Porque de todos era sabido que las fiestas de los humanos eran de lo mas aburridas, y si no había un demonio por allí para darles algo de sal, se acabarían convirtiendo en las fiestas mas sosas del mundo. Además, como siempre, sería un buen lugar para conseguir alguna que otra alma para llevarme abajo. Y mucho mas en aquellas fechas. Porque en San Valentín siempre había alguien solo, que no había conseguido pareja y que estaba triste porque en ese día especial de parejas, esa persona estaba sola. Y entonces sería mucho mas fácil acceder a esa persona, engatusarla, tentarla y, finalmente, hacer con ella lo que procediera. Pensándolo bien, estas fechas tampoco estaban tan mal: ponían las cosas mas fáciles. No es que yo lo necesitara, por supuesto, pero no iba a rechazar una ocasión en la que las circunstancias se volvían mas sencillas de lo normal.

No tenía ni idea de como se debía ir vestido a una fiesta de ese tipo, aunque tampoco es que me importase ir de etiqueta si a la fiesta había que ir en vaqueros. Por supuesto que la vestimenta contaba mucho para la definición a primera vista de un tipo, pero yo tenía otro tipo de encantos que harían que la gente se olvidara pronto de mi ropa, incluso tenía algunos encantos que harían que quisieran que me quitase lo que llevara. A pesar de ello, me decidí por un conjunto mas bien formal, compuesto por un traje de pantalón y chaqueta negros sobre una camisa blanca, adornada con una corbata de color celeste que le daba un poco de color a ese conjunto tan monocromo. Además, peiné mi pelo de madera que el flequillo no me cayera sobre los ojos, sino que éste se dividía y dejaba mi frente totalmente despejada. Ya totalmente listo y vestido, salí de casa en busca de esa fiesta y de todas las almas que disfrutarían de ella hasta que cayeran en mis manos.

Aun era pronto cuando llegué a la fiesta, por lo que no había mucha gente, aunque si que había un grupo de música famoso conocido entre los humanos como “Coldplay”. Lo cierto es que la música de los humanos nunca me había interesado, por lo que me daba lo mismo que ese grupo fuera famoso o no, pues para mi no eran mas que humanos, y por tanto no tenían ningún otro valor que no fuera ese. Aun así, tenía que reconocer que sus canciones tenían ritmo.

Había mucha gente emparejada, de la mano con otras personas o pegando sus labios contra los de otra persona, aunque también había alguna gente sola que había ido allí con la esperanza de encontrar a alguien con quien sentirse menos solo aquella noche de los enamorados. Si lo que querían era compañía, la mía era una compañía superior, aunque, claro, tenía un precio muy caro que pagar: el alma de aquella persona a la que aliviara de su soledad. Pero claro, eso no se les decía a ellos. No era una muy buena forma de promocionarse a uno mismo. Era mejor que lo descubrieran por su cuenta cuando ya fuera demasiado tarde como para echarse atrás. Lentamente, avancé por la sala, observando a las personas allí reunidas. Parecía que aquella noche prometía.

Hace poco había llegado una invitación a mi puerta acerca de un baile de San Valentin. De todas las festividades era esa la que más desconcierto me causaba, era algo ilógico que un ángel pequeñuelo estuviese por ahi con calzoncillos de tela lanzando flechas a todo ser que se le pusiera enfrente. La idea de algo asi me desconcertaba y a la vez me daba gracia, sin embargo, era algo obvio que la gente se embobaba con la idea de chocolates y corazonez por ahí en la vida. Giré los ojos al ver la invitación pero algo dentro de mí me decía que asistiera.

Llegó el día esperado. Catorce de Febrero. Tomé mis mejores prendas de la marca de Giorgio Armani, una camisa negra, una chaqueta de cuero y unos pantalones en color negro azabache que eran los ideales para la ocasión, además era de antifaces asi que busqué uno. ¿Qué tal un diablillo? Sonrei y me lo probé y ¡BAM! Era increible asi que decidí ir asi. Acomodé mi cabello color negro con gelina para que pudiera quedarse estático en un sólo lugar y me miré por ultima vez en el espejo, entonces me dí vuelta y caminé hacia el garage para tomar mi Porshe y salir más rápido que veloz hacia el lugar citado.

Al llegar bajé del auto, acomodé mis prendas y caminé hacia el lugar donde, fuera, ya habían parejitas dandose amor y chicos con chicos, chicas y chicas, y después no se sabian si eran parejas, trios o qué. Fruncí el ceño y pensé: ¡Vaya libertinaje!. Suspiré y entré al lugar donde se veían chocolate y corazones por todos lados mientras avanzaban hacia adentro. Entonces percibí como quien recibe un pelotazo a Adrik. El chico ese grosero con el que habia hablado el dia que llegué.

-¡Hola Adrik! ¿Qué tal va todo? -sonreí saludandole y acercandome, en verdad lucía sexy con ese traje. Un chico realmente apuesto. No pude evitar morder mi labio pero mirando a otro lado.

Todo el ambiente de la fiesta era muy bonito, muy típico de lo que los humanos consideraban como “amor”. Sin embargo, el comportamiento de los humanos no hacía mas que reafirmarme en mi impresión inicial: el armo no era mas que lujuria disfrazada. Y si no, que se lo dijeran a la gente que se reunía en los baños del local. Yo no era un experto en esas cosas, pero hasta donde yo sabía, los baños se dividían por sexos: uno para los chicos, y otro para las chicas. ¿Cómo se explicaba, entonces, que hubieran entrado chicos en el baño de las chicas y viceversa? Pues la explicación era muy sencilla. Amor, decían. Los humanos no sabían hacer nada mas que destruir y dañar, no sabían amar a otras personas mas allá de el simple acto sexual. En ese aspecto, se parecían mucho a nosotros. Claro, que se suponía que ellos eran buenos, ¿no? Y si eran tan buenos, ¿por qué se parecían tanto a nosotros en esas cuestiones? La respuesta de un ángel sería, probablemente, que eran así porque nosotros los tentábamos a ser así, pero eso no era verdad. Esas tentaciones las creaban ellos mismos, no éramos necesarios nosotros para ello.

Pero, por si esas tentaciones innatas de los humanos no fueran bastantes, allí estábamos nosotros para tentarlos. Había algunos pocos humanos que no sucumbían ellos solos a sus pasiones mas ocultas, y para hacerlos caer a ellos era necesaria la acción de uno de los nuestros. Ese tipo de humanos eran de lo mas raro, yo apenas había encontrado un par en toda mi existencia. El ser humano estaba tan podrido y corrompido que encontrar a alguien que no lo estuviera consistía un reto enorme, aunque como para mi no había nada imposible, había hallado unos cuantos, aunque no muchos. Podía contarlos con los dedos de una mano, y aun me sobrarían varios. Desgraciadamente, así estaba el panorama. Desgraciadamente para ellos, claro. A mi me los humanos fueran así me facilitaban las cosas, pues ellos mismos se condenaban, y así me quitaban a mi trabajo.

Seguí mirando a la multitud, pensando por donde debía comenzar. Había mucho por donde elegir, pero también debía saber escoger a las personas indicadas. Escogiera a quien escogiera, una cosa estaba clara: esa noche iba a ser interesante. Aun no sabía la razón por la que los humanos organizaban ese tipo de fiestas, sobre todo con nosotros rondando por ahí. Porque siempre que se celebraba un evento de este calibre había alguno de nosotros por ahí rondando, animando lo que era una simple y aburrida fiesta humana y convirtiéndola en algo mucho más interesante, algo a lo que mereciera la pena ir. Pero claro, ellos no podían saber que nosotros estábamos allí, y en su ignorancia, lo que hacían era ponerse en peligro ellos mismos y a todos los que le rodeaban, pues todos eran presas fáciles, y todo el mundo podía caer bajo nuestras garras. Era cuestión de suerte que le tocara a uno o a otro. A veces los elegíamos porque tenían algunas cualidades, como que parecieran más predispuestos a hacer lo que fuera o fueran mucho mas fáciles de corromper que otros. En otras ocasiones, en cambio, los escogíamos por esa poca predisposición, viéndolos como un reto que queríamos superar, y que, por supuesto, superábamos. Y había otras veces en las que, simplemente, la elección se debía a que nos parecían atractivos físicamente. Si teníamos que tentar a alguna persona, lo más fácil era tentarles con la lujuria, y como nadie podía resistirse al encanto que despedíamos nosotros, estaba más que claro que ese acto de lujuria se produciría. Por eso, cuando queríamos hacerles caer de esa manera nos gustaba que fuera una persona apuesta, porque así, al menos, disfrutaba alguien mas que no fuera el propio humano.

Perdido en mi búsqueda de humanos con posibilidad de caer, no me di cuenta de esa presencia hasta que no estuvo a mi lado y me saludó. Intrigado por ver de quien procedía el saludo, desvié la vista hacia esa persona. Y pude ver con satisfacción que se trataba de aquel ángel caído con el que había tenido unas palabras en una ocasión. Lo cierto es que no me caía del todo mal: no era un ángel, por lo tanto no tenía que caerme mal. De hecho, era un caído, así que no tenía motivos para odiarlo ya, pues todo el mal que le podrían haber hecho, condenándolo a perder sus alas, ya estaba hecho. Lo siguiente que podrían hacerle sería acabar con su vida, con el inherente destino que conllevaba el morir siendo un ángel caído, aunque parecía que él no se daba cuenta de ello. De hecho, parecía que no sabía nada acerca del mundillo aquel de ángeles y demonios, a pesar de estar en medio de él. Por ese motivo, tampoco me había parecido conveniente revelarle mi verdadera naturaleza: ya lo descubriría en el momento justo, que sería cuando a mi más me conviniera.

- Hola, Jonathan – lo saludé con una inclinación de cabeza – Es un placer volver a verte.- le comenté, siendo esa última parte nada mas que la verdad, puesto que el chico era bastante atractivo, la verdad. Y aquella noche, con aquel traje oscuro {que tenía toda la pinta de ser de marca} su atractivo se veía realzado. –Buen punto lo de esa máscara.- le dije con una sonrisa, mientras posaba los ojos sobre el antifaz que llevaba sobre los ojos, que representaba lo que parecía una patética imitación de un demonio. Aprecié el chiste interno, que solo captaba yo, aunque me pegaba mas a mi llevar máscaras de demonio. Pero no pensaba llevar nada de eso. ¿Y ocultar a la gente mi atractivo rostro? No, eso sería todo un crimen. Y aunque normalmente los crímenes no me parecían nada mal, ese en concreto si que me lo parecía – Todo va bien, muchas gracias. Mucho trabajo, pero por lo demás, todo genial.- Por supuesto, con ese trabajo no me refería precisamente al trabajo en la librería que era mi tapadera a los ojos de los humanos, sino al que desempeñaba como demonio y que era mas gratificante. Aunque para el caído significaba lo primero. -¿Y a ti como te va?.- le pregunté a su vez, aunque la verdad, me daba exactamente lo mismo que estuviera bien o estuviera mal. Por mi como si se quería tirar de un puente esa misma noche. Pero no era conveniente crear un conflicto allí en medio de la fiesta, porque la verdad no me apetecía nada, así que intentaba ser todo lo agradable que mi personalidad normal me permitiera, aunque ser tan amable me produjera una úlcera estomacal.

Una pequeña ráfaga de aire de momento me recorrió aunque al parecer sólo yo lo habia percatado. Suspiré y giré la mirada hacia la cara de Adrik. Su mirada tenía un poco de pesadez y algo de maldad pero, por alguna razón, no me parecía tan malvado como esperaba. Al contrario esa maldad en los ojos que me estremecía un poco al saber que ese chico, además de apuesto, era realmente malvado. Sonreí ante sus comentarios.

-Pues... bien... Aunque la fiesta está un poco desanimada ¿no crees, Adrik? -dije esto mirando hacia el entorno que nos rodeaba. Sonrei de regreso y miré la mesa del ponche, sin pensarmelo dos veces me di la vuelta y caminé hacia ella abriendome paso entre toda la multitud que en la fiesta rondaba.

Al llegar tomé un vaso y vertí dos cucharones del ponche en mi vaso y me giré esperandolos juguetonamente mordiendo el vaso bajo ese antifaz de demonio que, la verdad, había pasado en segundo termino. Mi mirada se encontró con sus ojos y de pronto senti como un escalofrio que me recorría y que, a su vez, me hacia imaginarme a ese chico, jalandolo de la corbata, besandolo salvajemente y encaminandome hacia el baño de chicos con él. O mejor aun, a mi auto, manejando a una velocidad casi mortal y llegando a un campo solitario y oscuro mordiendole el cuello y halando su costoso traje. Regresé a la realidad y me topé con esos ojos marrones frente a mí. ¿Habia avanzado en lo que yo estaba viviendo ese cuadro de imagen mental con él o yo habia caminado hacia él motivado por la idea? La verdad aun sentia la mesa en mi trasero y el vaso en mis labios... Esa noche pintaba de maravilla. Aunque... ¿Por qué tuve esas imagenes al verlo a los ojos? Me sonrojé esperando que la oscuridad me cubriera las mejillas.

-¿Quieres un poco? -dije ofreciendole mi vaso.

El día de san Valentín nunca fue una fecha que esperara con ansias, ni siquiera me gustaba mucho, para mí era un día más, claro, mucho más comercial que otros días, pero... Bueno, olviden mi estado Grinch del amor. Esa noche me encontraba ahí porque, primero, vería a Evan y, segundo, porque estaría una de mis bandas favoritas, Coldplay. Eso no se veía todos los días y menos cuando no había que pegar absolutamente nada. Todo corría por cuenta de la discoteca, más bien del dueño que parecía más generoso de lo que yo pudiera recordar. Hacía un año, él no habría ofrecido una fiesta de esa magnitud, en la que todos los gastos corrieran por su cuenta, pero desde que su primer hija había nacido, los rumores sobre su cambio de personalidad eran más que noticia. No cabe duda que dar vida a un nuevo ser humano puede cambiar hasta al más duro de todos.

Un año atrás, había estado en casa para pasar esta fecha, de hecho, nunca conté con una pareja para este día, era la primera vez que el 14 de febrero llegaba y yo tenía novio. Normalmente salía con Giss y con Thomas u otras de mis amigas, pero esta vez saldría con él. Aunque él todavía no llegaba, o al menos todavía no le veía. Me pareció raro que se hubiese retrasado, pero a todos nos pasa alguna vez, además el tráfico seguramente estaba pesado esa noche. Más de uno se dirigiría a casa del amor de su vida con un ramo de flores, chocolates y un enorme oso de peluche; algunos otros irían a cenar o a pasar la noche bajo la luz de la luna. Evan y yo, simplemente habíamos decidido hacer caso a la invitación que había llegado a mi puerta hacía un par de días.

No conocí a mucha gente y me llegué a sentir cohibida ante algunas miradas extrañas, pero bien, la fórmula para conocer a más gente era quitándose el miedo y yo debería de empezar a trabajar en ello. Me dirigí a una de las mesas que tenía sólo dos sillas altas, lejos de las miradas, en un lugar apartado del ruido y de las luces, apenas mi rostro podría verse, pero no me preocupaba porque sabía que Evan me encontraría. Él siempre lo hacía, de alguna manera.

Asentí con la cabeza, dándole toda la razón al caído ante su afirmación. Lo cierto es que esa fiesta, como todas a las que había ido y que habían sido organizadas por los humanos, eran desanimadas y aburridas. Porque no sabían hacer otra cosa. Algún día debía hacer yo una fiesta, al estilo de las que hacemos los de mi especie: ahí seguro que nadie se aburriría. Pero, claro, los humanos eran demasiado blanditos y frágiles como para soportar el ritmo de una fiesta de verdad. Pobres de ellos, nunca sabrían lo que era la diversión de verdad. Por un momento, sentí algo de pena por ellos, condenados a una vida aburrida en la que lo máximo a lo que podían aspirar para catar algo de esa diversión eran unos patéticos intentos de fiesta que quedaban en nada y no satisfacían a aquellos que sabíamos como era una fiesta de verdad. Pero esa lástima por los humanos pronto se pasó, puesto que no estaba en mi carácter sentir pena por otra persona que no fuera yo mismo. Así había sido siempre, y así sería. Hasta ahora no me había ido nada mal pensar y preocuparme solo por mi mismo, así que seguiría con ese método que tan buen resultado había dado en el pasado, y que lo daría también en el futuro.

-Desde luego, esta gente es un poco aburrida. Deberíamos hacer algo para animar la fiesta un poco- .le comenté ante su comentario, pensando que sus métodos para animar una fiesta no serían los mismos que los que usaría yo. Lo que yo tenía en mente era algo relacionado con la destrucción, sembrar la discordia entre los humanos que había allí reunidos, para disfrutar viendo como se destruían los unos a los otros. Me animaba solo de pensar en la posibilidad de llevar eso a cabo. Pero, claro, seguramente las ideas del caído ante la posibilidad de animar una fiesta no serían esas. Aunque, bueno, tampoco es que precisara la ayuda de todos esos humanos para hacer que mi noche fuera algo mas interesante de lo normal. Tal vez me bastara con la simple presencia del moreno. En ese caso, solo seríamos dos quienes nos divertiríamos, pero me daba lo mismo. Mientras yo me divirtiera, los demás me daban exactamente igual.

Pero mi comentario quedó en el aire, puesto que cuando lo dije me di cuenta de que Jonathan ya no se encontraba a mi lado como había supuesto. Giré la cabeza, intentando ver hacia donde se había dirigido el joven. Que parecía haberse perdido entre la multitud de la gente hasta perderse de mi vista. Pero solo por poco tiempo, pues mi mirada al fin lo encontró en la mesa donde los organizadores de la fiesta habían colocado una ponchera, de la cual el caído se había servido un vaso con el que estaba jugueteando con sus dientes, mordiéndolo de una manera juguetona. No pude evitar sonreír ante la imagen, pues siempre estaba bien ver a un chico guapo hacer ese tipo de cosas. En toda mi existencia había mucha gente que repetía ese tipo de gestos hacia mi persona, y normalmente sabía lo que pasaba después de ello. Aunque tenía que admitir que era agradable que la persona que estuviera haciendo eso tuviera ese atractivo físico tal y como lo tenía el joven, pues eso hacía que aumentara mi interés.

Me acerqué a él lentamente, atravesando la sala, esquivando los cuerpos de los humanos que se apiñaban en torno a la sala. Cuando llegué a su lado, pude percibir, a pesar de la oscuridad, que un leve rubor tenía las mejillas del muchacho. ¿Qué rayos habría visto o pensando como para ponerse así? Lo cierto es que me interesaba sobremanera averiguarlo. Normalmente, lo que cohibía a la gente que no estaba corrompida y condenada {lo cual eran poquísimas personas} era los pensamientos impuros, tales como el acto sexual o cuerpos de personas desnudos, vamos, pensamientos que ellos consideraban indebidos, pero que eran tan normales como respirar en ellos. Lo mejor era sacarlos a la luz, porque si se reprimían esos deseos, a veces era peor que si se sacaban a la luz. Porque si se decían en voz alta, quizás éstos se cumplieran, y así quien los había tenido podía desfogarse no solo teniendo esos pensamientos en su cabeza, sino de verdad. El que no lo hacía se contentaba con usar solamente su imaginación, lo cual era menos satisfactorio.

-Vaya, que generoso.- le dije cuando me ofreció el vaso con el que había estado mordisqueando antes. Alargué la mano para coger el vaso que el chico me tendía, y cuando estaba a punto de coger el vaso, aproveché para rozar suavemente la mano de Jonathan que sostenía el vaso con mi mano antes de agarrar el vaso y llevármelo a los labios, tomando un poco de su contenido. Personalmente me parecía una bebida demasiado floja para mí, pero tampoco iba a rechazar una invitación de ese calibre. –Muy refrescante. No es mi estilo, pero no está mal.- le comenté, guiñándole un ojo mientras le devolvía el vaso a sus manos.

La mano del chico rozó la mía y lo miré atento. Tenia un no sé qué, qué se yo que me ponia la piel de gallina. Su roce me hizo tratar de dar un paso atrás y de un solo movimiento quitarme la máscara. ¿Qué era él? Su roce, además, me decía que su temperatura era sumamente alta, como si recién terminará de salir de una sauna y me hubiese tocado. Mis ojos estaban atentos a los suyos mientras escuchaba su "cumplido" por el ponche. Inhalé para terminar con ese rubor en mis mejillas y sonreí mientras recuperaba la postura y caminaba hacia un lado jalandolo y volviendo a tocar su piel, ésta vez su mano yendo hacia la pista de baile que, igual, no estaba tan concurrida.

Dentro del lugar sonaba una canción, al parecer de Sak Noel, no recordaba el titulo pero si recordaba la letra... "I don't go to study, I go to party". Le sonrei y comencé a bailar con él aunque esperando que me siguiera un poco, me puse de nuevo el antifaz y continué bailando un poco más rápido y deteniendome en las pausas.

-Ya estaba bueno de aburrimiento ¿no? Es hora de bailar. Y sobre la bebida... Si te portas bien puede que te de algo más fuerte... -Dije sonriendole y mientras movía la cabeza un poco. Lo segui mirando dando una vuelta, me sentia bastante... liviano haciendo esos movimientos como si fuese un felino. Rei ante la idea y despuès me separé un poco para después regresar al mismo lugar mientras me acercaba más a él- Y bueno... ¿Qué más puedes decirme acerca de ti, Adrik? No sé, tus gustos... Tus defectos... ¿Tu pareja ideal? ¿Tu perro perfecto? Bla bla bla... -Giré los ojos diciendo esas cosas tan triviales esperando una elocuente respuesta como lo eran hasta ese momento las contestaciones del muchacho de ojos castaños.

Mi mirada se encontró con la suya cuando rocé su mano al coger el vaso. Intenté adivinar que era lo que le estaba pasando por la mente en aquellos momentos, aunque mi búsqueda se vio finalizada mas pronto de lo que a mi me habría gustado, puesto que no conocía su mente demasiado bien. La reacción de los humanos podía anticiparla en seguida, puesto que conocía como funcionaba una mente humana tras muchísimos años de observación. Incluso podía discernir los pensamientos que pasaban por la mente de un ángel, tras muchos años de investigación y algo de información arrancada de sus labios moribundos. Pero, ¿un ángel caído? ¿Como se suponía que funcionaba su mente? ¿Seguían siendo igual de ángeles que antes, o cambiaban radicalmente? Poco trato había tenido yo con ellos, por lo que no podía saberlo. Pero, claro, él no sabía que era un ángel caído, por lo que su mente funcionaría igual que la de un humano. Si se creía humano, entonces su mente funcionaría igual que la de ellos, ¿no? No estaba seguro del todo de aquella teoría, pero decidí que sería esa la que seguiría a partir de ese momento, pues me parecía la mas plausible. Mi mirada seguía clavada en él, por lo que percibí perfectamente como se quitaba la máscara ante el roce de mi mano contra la suya y su breve retroceso. Lo miré con extrañeza, encarnando una ceja. Sabía que un roce así habría hecho que un ser sobrenatural normal, como era un ángel o un caído, hubiera percibido que yo no era del todo normal, pero el chico no sabía nada de la existencia de todo aquello, así que no podía saber lo que yo era por un simple roce de mano. Sin embargo, puede que si hubiera percibido esa extrañeza, y por lo tanto, sospechar de que algo iba mal. Aunque no supiera que era un caído, lo era, y aun podía percibir a los seres como yo, aunque no supiera lo que éramos ni que debía temerme. Aun así, hice como que no sabía a qué venía aquella reacción, puesto que sino hubiera levantado sospechas.

Le devolví la sonrisa cuando aquella se mostró en el rostro del caído, el que había desaparecido por completo el rubor que, momentos antes, la había cubierto. Ahora parecía haber recuperado algo de aplomo, puesto que ahora era él mismo quien rozaba la piel de mi mano, así que supuse que su anterior reacción no había despertado nada en su interior de lo que tuviera que preocuparme. Aun así, quizás debiera ser un poco mas cuidadoso. Hasta el momento, lo había tratado como si fuera un humano normal y corriente, que era lo que parecía creer él. Pero debía pensar que yo sabía algo que él desconocía por completo, que era un ángel caído, y por ello, no debía tratarle como un humano normal, sino como lo que era. Tal vez, si seguía tratándolo de aquella manera, algo haría que se diera cuenta de lo equivocado que estaba al pensar que los dos eramos tan normales como todo el mundo que había en esa sala, y entonces si que se montaría una situación que no me convenía en ese momento para nada. Por ello, decidí que, a partir de ese momento, sería un poco mas cuidadoso en mi interacción con el caído.

Seguí al chico hasta la pista de baile hacia donde se había encaminado al son de una música que no había oído en mi vida, pero que parecía que a los humanos les gustaba bastante, a juzgar por las expresiones que habían puesto al escucha esa canción y a la gran cantidad de gente que se había sumado a la pista de baile en cuanto las primeras notas habían sonado en la sala. Lo cierto es que no había esperado tener que bailar aquella noche, pues normalmente no me hacían falta ese tipo de actos para realizar otro tipo de actos que eran los que realmente me interesaban. Pero parecía que aquella noche debía de bailar, y si había que hacerlo, entonces lo haría. Tampoco es que se me diera nada mal, puesto que a mi no había nada que se me diera mal. De todas formas, siempre podía fingir que no sabía. Había gente que encontraba eso encantador: no tenía ni idea de como podía ser eso, pero eso parecía. Nunca me cansaría de decirlo: los humanos son de lo mas raro.

-No llevo la vestimenta mas indicada para ello .- me quejé, haciéndome el reticente ante el acto de bailar, aunque en realidad no me importaba nada que todos vieran mis increíbles dotes como bailarín. Solo me quejaba para darle un poco mas de sal al asunto. - Yo siempre me porto bien, me ofende que dudes tal cosa.- le respondí, haciendo en broma como que estaba ofendido por que hubiera pensado eso de mi. Me daba igual lo que pensara en realidad. Yo jamás en toda mi existencia me había portado bien, y no iba a hacerlo porque me lo pidiera un caído que ni siquiera sabía que lo era. Pero claro, una vez mas no podía decirle aquello a la cara, pues debía de interpretar un papel que no era yo, pero que era alguien en el que él podía confiar, solamente hasta que fuera demasiado tarde para él. Tenía paciencia y era buen actor: podía hacer eso perfectamente, sin que supusiera un gran esfuerzo por mi parte.

Siguiendo con aquel papel que interpretar, me dispuse a ejecutar el baile que se requería para aquella canción. No llevaba la indumentaria necesaria para ello, pero aun así lo haría. Me subí las mangas de la chaqueta y la camisa, mostrando mis desnudos antebrazos, consiguiendo con ello una actitud mas desenfadada, un look que casara mas con un tipo que está en la pista de baile que con un abogado en su despacho. Una vez hecho eso, empecé a contonear mi cuerpo, haciendo cada vez movimientos mas definidos hasta que esos movimientos se convirtieron pronto en un baile bien definido, algo mas sobrio que el de mis compañeros, aunque mucho mas elegante, y, por supuesto, mucho mas seductor gracias al gran dominio que tenía para mover la cadera. Mientras hacía aquello, escuchaba las preguntas que el caído me hacía acerca de mi persona. Era normal que la gente quisiera saber cosas de mi, aunque, claro, siempre tenía que edulcorar la realidad un poco. Un demonio segador de almas no era la mejor tarjeta de presentación para nadie. -Pues puedo decirte de mi que mis gustos los componen la lectura y la música clásica, y mis defectos....bueno, son demasiados como para mencionarlos todos ahora mismo – le dije, en una muestra de poco egocentrismo que nada tenía que ver con la realidad, puesto que yo no tenía ningún defecto en absoluto. Bueno, quizás a veces era demasiado benévolo con los demás. Cualquier demonio normal habría acabado inmediatamente con la vida del caído en cuanto hubiera tenido una oportunidad, y, sin embargo, en mi caso todavía seguía allí, bailando delante de mi y haciendo preguntas acerca de mi persona. Pero, claro, eso era porque tenía otros planes para el muchacho -¿Pareja perfecta? .- repetí sus palabras en forma de pregunta – No existe la pareja perfecta. De hecho, para mi no existe ni el término “pareja”. Eso solo sirve para que deposites tu confianza en una persona y ésta después te haga todo el daño que pueda. No, gracias, pero eso no lo quiero para nada.- le respondí con voz neutral, aunque intenté que algo en mi tono sugiriera algo de amargura, como si eso que decía hubiera tenido una base real, que eso de verdad me había pasado tantas veces que había abandonado por completo la fe en las parejas. - Y yo soy mas de gatos .- le dije con una sonrisa. Puede que eso fuera la única verdad que le hubiera dicho en toda la noche: realmente me gustaban los felinos.-Y, bueno, ¿que hay de ti? Vamos, no quieras que esté toda la noche hablando solo de mi.- aunque a mi no me habría importado lo mas mínimo, pues yo era lo suficientemente interesante como para poder estar hablando todo un año sobre mi sin parar y no resultar aburrido por ello. Sin embargo, también era necesario que supiera cosas de él: sus puntos débiles. Así sería mucho mas fácil acabar con él.