Un lugar para relajarse (Libre)

No solía ser una chica muy pesimista, pero este día todo me estaba saliendo mal. El despertador no sonó y yo había llegado tarde a ver a mi padre. Mi padre había decidido manejar la empresa desde casa cuando mamá murió y en toda mi adolescencia él fue mi principal apoyo. Cuando cumplí 18 años le pedí que volviera a hacer su vida, fuera a una oficina e hiciera los viajes que había cancelado por tantos años, y así fue. Ahora nos veíamos a ciertas horas ya que él estaba en reuniones la mayoría del tiempo pero siempre se hacía un espacio para mí y hoy lo había desperdiciado gracias al maldito despertador.
-¡Gracias!, dígale que me llame en cuanto salga de sus compromisos.- Con los ojos húmedos y una falsa sonrisa, salí del enorme edificio. Me llamaría estaba segura, siempre lo hacía. Espacio libre que tenía en su agenda era para llamarme y preguntarme que tal estaba mi día. Aunque sabía que cualquier día estaría mejor si estuviéramos él y yo en casa frente al hermoso piano de cola tocando una bella melodía. Extrañaba sin duda esos días.

Llegué a Hyde Park, estaba cerca de las oficinas de papá así si me dijera que tenía la tarde libre, llegaría en cuestión de minutos.
-¡Perfecto!- Susurre llena de coraje. Una chica que llevaba una malteada había chocado contra mí y me derramo toda la bebida color rosado sobre mi vestido. Abrí los ojos lentamente y lo primero que me dedique a mirar fue la mancha enorme sobre mí. A pesar de que la muchacha quería ayudarme a limpiarme, -Como si eso fuera posible- le ignore y dedique la segunda falsa sonrisa del día y llena de rabia fui y me senté en una banca que estaba por ahí. No me fije mucho en la chica que estaba sentada. Solo saque una servilleta de mi bolsa e intente hacer algo para desaparecer la mancha y no lo estaba logrando.

Esto debía ser una broma, ¡Solo faltaba que me robaran el bolso o intentaran secuestrarme! “No invoques Elyse, no invoques” me repetí una y otra vez intentando que mi mente dejara de pensar de esa forma tan pesimista.
Una voz femenina se dirigía a mí, alce la vista y me encontré con una bella chica que con una enorme sonrisa trataba de tranquilizarme. Comenzó a ayudarme con la mancha y su compañía me hizo sentir mejor. Es como si tuviese el don de tranquilizar neuróticas con manchas en su vestido y un pésimo día. Reí para mí misma y asentí.
-Tu misma lo has dicho… “Casi”.- Intente decir con el mismo entusiasmo que ella pero fracase. -Muchas gracias.

Me di realmente por vencida. Arrogué la servilleta en el cesto de basura que estaba junto a mí y di un gran suspiro. No era solamente el vestido, era un poco más el saber que algo estaba haciendo mal para que las cosas pasaran de esa manera. Siempre he pensado que tú haces que las cosas sucedan, nadie maneja tu mundo, tu vida, tu destino; ¡Solo tú!
-Tienes razón, es un vestido y puede lavarse. Pero ¿Cómo lavas la vida?, ¿Cómo desapareces las “manchas” que vas creando en tu vida?- Pregunte sin darme cuenta del porqué. Le mire a los ojos y me sentí realmente apenada, seguramente no le interesaría estar escuchando preguntas extrañas de una chica.

“Si tienes uno lo tienes que solucionar porque se hará mas grande y no podrás controlarlo” Pero es increíblemente imposible solucionar algo que sin duda paso hace muchos años, con la muerte de mi madre. Yo le cambie la vida a mi padre y ahora me arrepentía de ello.
Y ahora me pedía que le contara mi problema, ¿realmente quería escucharme? O era solo cortesía. Después de todo las personas solo tenían cabeza para sus problemas. Pero cuando me tomo de la mano, sentí una enorme necesidad por contarle lo que me pasaba.
-tome una decisión de la cual ahora me arrepiento.
¿Cómo explicarlo? Era una larga historia o tal vez yo solo la estaba haciendo enorme.
-Mi madre murió, hace exactamente 20 años. Cuando yo nací, en el parto.- Tome un poco de aire antes de continuar. –Mi padre se dedicó a mí, dejo todo, hasta su propio dolor; y todo porque yo estuviera bien. Un día le pedí que volviera a su vida, a su trabajo y tal vez por egoísmo, ahora me arrepiento de eso.
¡Si, lo admito! Estaba evitando la parte en la cual me daba pena mirar a mi padre a los ojos cuando él me hablaba de mi madre y de cuando la ama aun. Yo le arrebate esa parte tan esencial en su vida. Y tendría que vivir con ello para siempre.

-¡Es que no!- dije exaltada y poniéndome en pie. -Yo debería estar agradecida por lo que hizo y… ¡Lo estoy! Es solo que…- Me quede quieta justo frente a ella y suspire. –No lo comprendes, no lo harás- Me tomé un momento para tranquilizarme y negué con la cabeza. – Él lo dejo todo por mí, no todos los padres hacen eso y él lo hizo por mí-

Le mire a los ojos y sonreí. -¿Podríamos hablar de otra cosa?- Pregunte confusa, realmente quería dejar de pensar en esas cosas que solo me hacían daño a mí y con las cuales no llegaríamos a ningún lado. Volví a sentarme a su lado y busqué en mi bolso si habían aún mentas con chocolate de las que me había vuelto adicta y le ofrecí a la chica de la que aún no conocía su nombre. -¿Cuál es tu nombre?- pregunte intentando sonar agradable.