#} Petición & Casting de Cannon

El hombre tendido en el rocoso suelo poco a poco comenzó a moverse, primero empezó a girar sobre sí mismo como si estuviera buscando una posición cómoda para después finalmente abrir sus ojos azules, tras unos minutos de observar a su alrededor empezó a levantarse lentamente, como si temiera caerse en cualquier momento. En su semblante podía percibirse que estaba confuso, no sabía ni dónde estaba ni qué había pasado, pero poco a poco comenzó a hacer memoria.

El atentado, esas eran las últimas imágenes que podía ver, la furgoneta llena de explosivos que conducía Christopher Wyles, la furgoneta que conducía él. Había llegado a la estación de la policía y había activado el temporizador, pero algo había fallado, algo que no recordaba ¿Su efecto? La cuantiosa cantidad de explosivos detonó a deshora y le cogió de pleno, acabando con su vida.

El pestañeo de aquel hombre, Chris, se tornó entonces rápido ¿Estaba muerto? No podía creerse que su vida hubiera terminado mas se encontraba bien, parecía no importarle su muerte, de hecho, se encontraba mejor que nunca, en todos los aspectos ¿Podía ser eso posible? Tal vez era únicamente un sueño, Wyles se pellizcó, pero solo le sirvió para comprobar que estaba despierto... y muerto. Bueno, al menos todos esos ridículos policías también habían muerto.

Soy Christopher Wyles, y este es el comienzo de mi camino hasta convertirme en lo que ahora soy, un demonio, un ser con la capacidad de decidir si alguien vive o muere, un ser sin preocupaciones, obligaciones o, lo mejor, sin prohibiciones.

Hoy era uno de esos días en los que no tienes la mente donde tienes que tenerla. Sucede algo, sueñas tonterías, y a la siguiente mañana te despiertas sintiendo que en realidad sigues en la cama, que no sabes donde estas, lo que quieres o para donde vas. Creo que es la quinta o sexta vez que tiro algo al suelo mientras intento cocinar algo de comer, no es que se me diera especialmente bien pero digamos que morirme de hambre no sería mi caso.

Miro el reloj y entonces me doy cuenta de cuanto tiempo he perdido, hace mas de media hora que debería haber levantado a Annie y no lo he hecho. Tras lavarme las manos y secarlas en una de esas toallitas con dibujos de frutas que sonríen colgadas en la cocina, subo las escaleras hacia la habitación tocando suavemente la puerta y mirando al interior. No se inmutaba, aún dormía.

- Ann - Llamo suavemente, una parte de mi creo que ni siquiera quiere despertarla. Entonces la veo removerse, retorcerse en la cama y darse la vuelta para terminar hecha un ovillo entre las sábanas en las cuales, a lo largo de la noche ha terminado enrollada. Una risa se me escapa, pero una de esas que más que estarse riendo de sus extrañas posturas para dormir, le dirían a cualquiera que es posible enamorarse de una persona un montón de veces por cosas tan simples como esa.

Termino por entrar en la habitación, avanzando a pasos sigilosos cosa que no me cuesta ni siquiera por asomo, dejándome caer en la cama y extendiendo mi mano hacia ella para acariciar su brazo, deteniéndome a medio camino antes de tocarla, como si estuviera preguntándome a mi mismo si tras rozarle una vez seré capaz de parar. Porque ese era el problema de lo que teníamos, que yo debía parar, a veces solía hacerlo más tarde que temprano pero debía parar como fuera y a medida que habían pasado los años, más difícil me era. De todas maneras debía aguantar, por ella... por nosotros. Tras aspirar un poco de aire, tomando el suficiente valor, termino por acariciar su piel con el dorso de mi dedo indice, subiendo desde el antebrazo hasta el hombro y tras esto hacia su mejilla.

- Despierta - Susurro, aunque sospecho que es mas mi caricia que mi voz lo que la trae al mundo. Le escucho murmurar mi nombre antes de ser realmente consciente de que estoy allí y que esboce una de esas sonrisas por las que me enamoré de ella. - Buenos días - Esbozo una sonrisa de vuelta, acercando mis labios a su frente para dejar allí un beso que extiendo hasta que casi se hace eterno, dejo otro en su mejilla y un último en los labios que casi me roba ella. El beso se va haciendo mas intenso a cada segundo que pasa y sus manos se adueñan de los botones de mi camisa, las mías del borde bajo de su pijama mientras se cuelan por debajo de su ropa ansiando sentir el tacto suave de aquello que hay debajo del pijama.

Pero entonces llegamos a ese punto de siempre, al que intento no llegar pero que últimamente piso como un suicida que amenaza con quitarse la vida andando por el borde de un edificio. Ese mismo punto donde el retorno debe ser YA, o no habrá modo de volver. Me separo bruscamente soltando una especie de queja, que habría sido una maldición de no se porque no estaba bien visto en seres como yo. - ¡La comida! ¡Que se quema! - Ha sido lo primero que se me ha ocurrido para retirarme sin tener que dar una explicación estúpida o hacerla sentir mal. Cierro la puerta de la habitación detrás de mi fingiendo que voy con verdadera prisa hasta que llego a medias de las escaleras.

Mentiras... ¿desde cuando decía mentiras?. Tal vez se me había hecho costumbre desde que tenía que mentirle siempre para inventarme excusas sobre lo que hago o dejo de hacer. Suelto un suspiro y niego para mi mismo, como decepcionado, enfadado y molesto.