No es algo de todos los días ~ Gabe.

Me había hartado de mi madre. Esta vez sí que sí, su actitud parecía más a la de un vago callejero que a la de una mujer de cuarenta y cinco años siendo realmente una madre. Me sentía enojada, y frustrada. Me sentía triste, y las ganas de llorar me eran casi insoportables, y realmente seguramente no lo lograría. No lograría refrenar las ganas de llorar, y seguramente lloraría en cualquier momento.

Caminé desde nuestro o más bien mi hogar, hasta donde mis piernas me llevaban. Y también mi estomago. Había cocinado y mi madre en un arranque de locura lo volcó todo en el piso de la cocina. Sin siquiera limpiar me marché, tomando mis zapatos y mi cartera. Intentaría incluso no llegar esta noche a casa. Estaba casi llegando a mi limite, si es que no había llegado ya a este.

Era un día particularmente frío, por lo que mis short y mi polera no me cubrían lo necesario como para no pasar frío. Comenzaba a tiritar en el trascurso de mi escapada y la gente me miraba como si estuviera loca. Hacían facilmente unos cuatro o cinco grados en ese momento y yo solo iba con una polera larga y unos pequeños shorts. Sí, probablemente estoy loca.

Llegué a un restauran en Chinatown; pedí lo primero que vi y me senté a esperar. La dueña del local llegó con mi tazón de arroz, y otras cosas más además de los palillos. Y apenas me dejó sola, ya no pude más. Mi labio inferior comenzó a tiritar y mis ojos se aguaron. Lentamente una gran lágrima comenzó a bajar por mi mejilla derecha; y ya no aguanté más. Comencé a comer mientras grandes lágrimas se deslizaban por mi cara.

"Mierda"- dije entre sollozos. Sin duda este no era un gran día para mí. Ni para nadie que estuviera en mi situación.

Simplemente el día era particularmente hermoso como para salir a dar un paseo por la ciudad de Londres, aunque a decir verdad todos los días eran buenos para pasear desde mi perspectiva. Abandoné mi hogar después de procurar y a ver a la pequeña niña que vivía al lado mío, la cual me encargaba de proteger momentáneamente mientras otro ángel atendía otros asuntos. La pequeña era realmente simpática y agradable y no necesitaba de mucha ayuda durante el día ya que su particular problema era en las noches, a la hora de dormir.

Después de dejar todo en orden tomé una chaqueta y me la coloqué solo por si acaso. Agradecí haber hecho eso en el mismo momento que puse un pie fuera, el frío era arrebatador en este entonces. Sonreí sin motivo aparente y caminé con cuidado hasta llegar a Chinatown. Siempre me había agradado la comida de estos lugares y mi apetito estaba hambriento como para ir a algún restaurant a pedir algo, precisamente eso fue lo que hice.

Al llegar a uno vislumbré a una muchacha triste y peor aún llorando. Hice una pequeña mueca y me acerqué a su mesa, ya que las otras estaban en su mayoría ocupadas o libres para uno y realmente quería ayudarlo en algo, después de todo no me gustaba ver a las personas tristes.
-Disculpa ¿puedo?- pregunté poniendo mis manos sobre el respaldo de la silla que estaba delante de ella. En ese instante que vi sus ojos pude percibir el aura de un Nephilim

Escuché como alguien me hablaba y simplemente asentí con la cabeza. Probablemente se habría dado cuenta de mi lastimosa condición, así que rápidamente quise cambiar eso. Tomé una de las servilletas y me limpié la cara y los ojos, aunque seguramente los ojos rojos me delataban. Eliminé cualquier signo que mostrara que hubiera estado llorando y miré a la persona que me había hablado con una gran y falsa sonrisa. Apenas lo ví noté algo diferente, algo que me parecía vagamente familiar como si lo hubiera vivido con alguien. Intenté concentrarme y recordar a quien me recordaba; sin embargo no podía. El dolor de cabeza que me había dejado el llanto ocupaba todas mis ideas.

"Lo siento, sientante porfavor" dije con voz suave, mi garganta ardía por el esfuerzo a no soltar un horrible sollozo en público. Sonreí apenada, recién me había dado cuenta que muchas personas me miraban. No había pasado tan desapercibido mi llanto.

Recordé el porqué había reventado, y quise llorar nuevamente. Mi madre, ella era la culpable. Extrañaba a mi padre, con esa característica sonrisa que me llenaba de paz y como cada vez que el estaba cerca me sentía protegida. Suspiré, a veces por muy feo que sonara deseaba que fuera mi madre la que faltaba y no mi padre; él siempre había sido mi mejor amigo; y por las noches el me acompañaba hasta que me quedara dormida y todos los malos sueños se iban una vez que el me abrazaba. Suspiré y volví a mirar al chico frente a mí; y entonces ya supe a quien me había recordado. ¡A mi padre! Pero tal vez era simplemente una coincidencia, si yo no supiera la verdadera naturaleza de mi padre simplemente sería una coincidencia pero concordaba con ciertos amigos de mi padre cuya antigua naturaleza era la misma que la de mi padre; en ellos existía aquel aura tranquilizador y de paz. Pero tal vez sólo era mi padre y sus amigos. Moví la cabeza confundida, intentando alejar aquellas ideas. Tal vez sólo estaba confundiendo.

La joven asintió en ese mismo instante y luego tomó una pequeña servilleta de la mesa e intento limpiar su rostro de las lágrimas que había derramado anteriormente. Acto seguido a eso sonrío más por cortesía que otra cosa aunque la entendía perfectamente, sabía que cuando el alma estaba triste y desganada pocas veces una sonrisa de verdad se podía apreciar en el rostro del portador.

Luego de eso pudo hablar confirmando que me podía sentar allí, le dediqué una sonrisa dulce y me senté frente a ella. Sabía que podría saber que era yo en cuestión de minutos pero no podía decirselo hasta ese momento. -Muchas gracias- aseguré mientras le acercaba una servilleta más, para que limpiara un poco más su rostro de los rastros de su llanto. Pude notar por su voz que aún guardaba su penar.

Siendo sincero que estuviese así me tenía un poco mal ya que quería ayudarla, aunque no sabía cómo aún.
-Mi nombre es Gabriel- dije con una sonrisa esperando que con un poco de charla se olvidara de sus penas, al menos por un momento.

Sonreí en agradecimiento cuando me entregó otra servilleta. Agradecí no usar maquillaje, porque o sino parecería un mapache. Me limpié bien la cara y me propuse ser una persona amable junto al chico que se había acercado a mí cuando estaba en estas condiciones.

Se presentó como Gabriel y sonreí, estiré mi mano y murmuré mi nombre. "Aurore" Suspiré por ultima vez y alejé las penas. "¿Deseas algo de lo que pedí? Me acabo de dar cuenta que pedí demasiada comida como para mi sola"Le dije avergonzada mientras miraba todos los platos sobre la mesa. Había al menos hasta cuatro tazones de arroz para mí; y yo no comía tanto. El estar deprimida me había hecho pedir comida como para un batallón. Rápidamente le entregué unos palillos y dos tazones de arroz, además de otras cosas que había pedido. Incluso habían unas cosas que no sabían que eran pero que no parecían muy apetitosas. Sonreí por mi tontera.

Miré a mi acompañante, y lo observé de forma minuciosa. Tenía tanto parecido con mi padre, y no pude reprimir el impulso de preguntar."Disculpa tu eres..." me interrumpí cuando me di cuenta que tal vez sólo lo estaba delirando. "Ignorame, tiendo a delirar la mayoría del tiempo" dije mientras sentía como un gran sonrojo se extendía por mi cara.

Me devolvió una sonrisa un poco más sincera en cuanto le entregué la servilleta, al menos le había podido sacar una de verdad en ese instante, un punto a favor que me hacía sentir feliz. Después de todo mi felicidad dependía la mayoría del tiempo de la de los demás.
La muchacha estiró su brazo, el cual estreché, y se presentó con el nombre de Aurore. -Bonito nombre, mucho gusto- me atreví a decir con suma sinceridad mientras observaba las cosas que estaban sobre la mesa.

Platos de arroz y alguna que otra comida se encontraban sobre la mesa y sí aparentemente parecía bastante comida para una chica sola por lo que accedí sin problema, después de todo mi principal objetivo de venir a Chinatown era para comer comida de este estilo.
Hice un asentimiento de cabeza cuando me ofreció los palillos y los tazones de arroz. -Gracias Aurore, cuando pidas la cuenta pagaré la mitad no te preocupes- aseguré mientras tomaba con mis manos los palillos que me había alcanzado recientemente. -Bon appetit- alcancé a comentar antes de que se quedará dubitativa frente a lo que era. Al parecer se había dado cuenta desde un principio y eso no era de extrañar después de todo podía percibir las auras al igual que nosotros los ángeles. - Pero dime que me ibas a preguntar, yo no tendré problemas en responder- Le animé con una sonrisa, después de todo no negaría lo que llegara a preguntar si era lo que yo tenía en mente.
Tomé un poco de arroz con los palillos y los metí a mi boca.

Pensé en mis palabras, no quería que se sintiera ofendido o agredido ante mi atrevimiento. El ser impulsiva y no tener filtro siempre me pasaba la cuenta y me metía en problemas, esperaba que esta vez fuera la excepción.

" eres un ángel" susurré sin mirarlo, y sintiendo como mis mejillas se coloreaban. Miré a mi alrededor, intentando ver si alguien había escuchado lo que había murmurado pero nadie nos prestaba atención aparte de la típicas miradas que mi apariencia a veces llamaba la atención. Miré a Gabriel, mis sentidos me lo decían. Cuando era más pequeña mi padre me intentó enseñar a ver las auras, decía que debía aprender y así diferenciar a aquellos que me harían daño y aquellos que me cuidarían en un futuro; jamás aprendí. Sin embargo con tan sólo mirar a Gabriel, pude sentir la diferencia entre él y los otros seres de esta Tierra. Me sentía envuelta en un manto de protección, tal vez era sólo su naturaleza o imaginación mía."mi padre era uno, hasta que se enamoró de mi madre" murmuré explicando porqué me había dado cuenta. No todos se darían cuenta que entre nosotros había un ángel, o en mi caso un nephilim. Volví a tomar los palillos y me llevé unos granos de arroz a la boca, intentando aparentar normalidad.

Sus palabras no fueron a modo de pregunta sino que más bien sonaba a una afirmación y, ciertamente no se equivocaba en absolutamente nada. Sus mejillas se sonrosaron al decir eso, quizá porque le daba algo de vergüenza decirlo frente a toda la gente que había en el restaurant, pero ninguna estaba prestando atención a nuestra pequeña conversación.
Ahora podía sentirme un poco más aliviado sabiendo que sabía acerca de mi naturaleza. - Así es Aurore- murmuré con una sonrisa, aunque de todas formas ella ya lo había confirmado anteriormente.

Su siguiente comentario me dejó un poco pensativo, sabía bien que si ella era un Nephilim era porque uno de sus padres había renunciado a sus alas por el amor de un humano. Un acto sincero y puro de amor pero que a veces podía conllevar cosas muy importantes para un ángel; sus alas.
Aurore comenzó a comer con cuidado y tranquilidad después de explicarme un poco acerca de sus padres. -Ya veo..- comenté algo ido en mis pensamientos. -¿porque llorabas Aurore? claro, si me permites ser un poco entrometido- me atreví a decir mientras comía un poco del tazón que me había ofrecido junto al arroz.
Seguramente no quisiera decirme que le ocurría pero al menos con intentar no perdía nada y, hasta quizá, la podría ayudar en sus problemas. Después de todo ese era mi trabajo primordial.

Terminé de tragar lo que estaba comiendo y pensé en mi respuesta. Era complicado, y largo. Eran casi cinco años de problemas y sufrimiento. Pero lo podía resumir. "Bueno mi padre era un ángel, hasta que conoció a mi madre y se enamoraron. Perdió sus alas, y al poco tiempo me tuvieron a mí. Mis padres eran realmente felices y se amaban, creo que nunca he visto ese tipo de amor en otras personas. Pero bueno, cuando tenía quince años mi padre sufrió un accidente y no sobrevivió. Él falleció, y mi madre se sumió en una depresión que cada semana es peor. Bebe muchisimo, y no puedo dejarla por mucho tiempo sola. Hace locuras, vuelca cosas; a veces incluso creo que puede estar cayendo en un estado de locura irreversible. Llama a papá por las noches y me desconoce." le dije rápidamente sin mirarlo, ya que me daba vergüenza por todo lo que estaba pasando. "Por eso lloraba" le dije encogiéndome de hombros y seguí comiendo. Me pregunté que estaría pensando, y también al mismo tiempo me pregunté si madre estaba bien en casa. Luego de su arrebato con las ollas en la cocina, la había dejado ahí sola en su habitación.

Me quedé apoyado en el respaldo del asiento del restaurant chino mientras esperaba que mi acompañante tragará y respondiera a mi pregunta en forma favorable o quizá no. Tragó lo que había comido recién y comenzó a relatarme su triste historia de vida. Hice una mueca cuando finalizó y acerqué mi mano a la suya para infundirle un poco de esperanza sobre todo lo que estaba sucediendo con ella, después de todo aún era joven como para lidiar con ese tipo de problemas. -Lo siento mucho..- Dije con un suspiro mientras me disponía a darle leves caricias en sus nudillos. -Pero si quieres puedo ayudarte en algo.. Me refiero a ir a visitar a tu madre..- propusé mirándola en los ojos. -Solo si te parece una buena idea, sino puedo hacer algo por ella desde lejos, pero dudo que tenga el mismo efecto- murmuré haciendo una pequeña mueca.

Negué suavemente con la cabeza mientras pensaba en como decirle que mi madre simplemente se estaba dejando morir. "No es necesario. Ella no escucha, y sólo llama a mi padre. La única solución es que ella se reencuentre con él. Y eso es lo que ha intentado hacer durante años" Le sonreí a medias, un poco entristecida pero a la vez resignada. Sinceramente mi esperanza se había acabado hace unos años atrás, cuando me debí hacer cargo de mi familia y ser yo quien tuviera que alimentarnos y sustentar nuestras vidas. No tenía ni quince años cuando tuve que entrar a trabajar por primera vez, y tuve que convalidar eso con mis estudios. Y debo seguir haciendo eso, hasta que todo acabe. Decidí cambiar de tema "¿Qué se supone que haces en la Tierra? Mi padre jamás me contó, me enteré de todo por un diario que llevaba desde antes de conocer a mi madre. Y cuando lo encontré el ya había fallecido" le dije, intentando conocer más sobre mi padre y a la vez saber que conllevaba ser hija de un ángel.

Hice una mueca cuando me dijo eso e inmediatamente entendí a lo que se refería. A veces no entendía porque el amor, que era un sentimiento tan hermoso, o al menos así lo describían hacía que las personas se sintieran tan aml y de ese modo. Supuse que jamás lo entendería ya que no quería sentir ese tipo de amor, para no abandonar mis alas.
Si no me controlaba un poco mis ojos iban a comenzar a llenarse de agua y precisamente no quería eso porque quería subirle el ánimo a Aurore y si lagrimeaba como ángel sensible que era no lo lograría.
Por suerte su pregunta me sacó de ese tema y sonreí de lado antes de responderle. - Bueno, simplemente el trabajo que tenemos en la Tierra es protejer a los humanos, a veces como ángeles guardianes o simplemente haciendo buenas obras en la mayoría. Y mira yo te vi aquí sentada triste y ya vine a intentar ayudarte- le comenté mientras terminaba un tazón de arroz.

Sonreí ante su explicación. Así que eso era lo que mi padre hacía antes de abandonar sus alas por mi madre. "¿Por qué deben abandonar sus alas cuando se enamoran de alguien aquí en la Tierra?" le pregunté, mientras me planteaba que tal vez si mi padre no hubiera abandonado sus alas, él seguiría vivo. Tal vez yo no existiría, pero las cosas serían más fáciles de esa forma. Mi madre aún sería feliz y él estaría vivo. La vida era tan injusta, la mayoría de las veces. Me enfoqué en un tazón con una carne que no sabía realmente que era pero que sabía muy bien. Miré a los demás, y cerca habían parejas que se hacían caras graciosas o se decían cosas cursis. Deseaba algo como eso de verdad. Pero sabía que debía esperar, que la persona menos esperada sería aquella con la cual podría pasar el resto de mi vida y sería feliz. Sí, debía tener esperanza de que alguien llegaría y me querría.

Hice una mueca ante su pregunta. -Bueno existe una posibilidad de que un ángel este con un humano, pero se sabe que tarde o temprano el ser celestial cometerá un pecado y sus alas se ven obligadas a ser dadas y convertirse en un ángel caído - le expliqué recordando al pie de la letra las reglas que me habían impuesto antes de bajar a la Tierra. Era tan difícil conseguir eso para los ángeles que cada vez más había más caídos por ahí.
-En sí es algo complicado enamorarse para todos- aseguré bebiendo un poco del refresco que estaba sobre la mesa y escuchando los ruidos de las conversaciones ajenas.