Rompiendo la rutina [Christal]

Mi vista se mantenía fija en el exterior, contemplando las personas que pasaban y las coloridas luces provenientes del parque que tenía a uno de mis costados, pero mi mente se encontraba muy lejos de allí. Con la cabeza recostada sobre el cristal de la ventana, miraba todo, pero no prestaba atención a nada, tan solo esperaba hasta ver su silueta entre la multitud. Cualquiera podría haber dicho que sería una tarea complicada, pero no me encontraba preocupado por ello; la había encontrado en pleno Londres después de que ella se marchara, un parque de diversiones resultaba insignificante. Mis ojos se cerraron casi sin darme cuenta, sintiendo el frío del vidrio sobre mi mejilla, dándome cierta comodidad. No tardó en aparecer dibujada en mi mente, Christel resultaba terriblemente hermosa hasta en mis propios recuerdos, los que obviamente no le hacían justicia al verla en persona. De pronto fue como si la tuviera delante de mi, parecía que tan solo con estirar una mano podría alcanzar a rozar sus labios y sentir la textura y voluptuosidad de los mismo bajo mi tacto. Abrí los ojos nuevamente y me concentré en seguir mirando hacia afuera, ella podía aparecer en cualquier momento.

Hoy era una de mi noche libre, el bar cerraba los Miércoles y para romper un poco con la rutina prometí que saldríamos a alguna parte, dentro de mis planes obviamente estaba el llegar juntos, pero recados por parte de ambos se había entrometido en los horarios y sin más remedio acordamos encontrarnos allí.
La noche ya había caído del todo, pero aquello no fue impedimento para que el lugar fuera un hervidero de vida; familias, ancianos, parejas, niños que corrían por tardes partes y cargaban enormes animales de peluche, el ambiente era ameno y la música sonaba a la lejanía, ahogada por el murmullo incesante de los presentes y las puertas cerradas de mi coche.

Alcancé a verla de espaldas a mi, no podía haber llegado hace mucho. Me bajé del coche ya que no había que esperar más, y la abordé por detrás atrapando tan solo uno de sus dedos con el mío, uniéndolos de un modo simple y casi inexistente. - ¿Esperas a alguien? - pregunté en un tono de voz suave, acercando mis labios hasta su oreja. Rocé esa parte de su rostro con mi nariz, la que se mantenía escondida bajo su cabello y su perfume provocó que mi estómago se agitara.

Había salido tarde del trabajo aquella noche. Mentira, había salido tardísimo del trabajo aquella noche. Mi falta de experiencia laboral no me avisó de que, en un trabajo cómo el mío, si no se tenía todo terminado a la hora de marcharse esa "hora de marcharse" se aplazaba hasta que se terminara. Por desgracia para mi, aún no había terminado mi trabajo cuando dieron las siete de la tarde. Estaba trabajando en un artículo que tenía que entregar el mismo Jueves a primera hora, por lo que tendría que terminarlo antes de marcharme si no quería pasarme la noche escribiendo. Mientras trabajaba en la columna que ocuparía un lugar insignificante en el periódico de pacotilla para el que trabajaba, me di cuenta de lo poco que estaba acostumbrada a la vida que los mortales llamarían "normal". Empezaba a comprender el por qué de todas esas caras largas por las bulliciosas calles de Londres, de todo ese estrés y preocupación que los ciudadanos parecían arrastrar. A la fuerza, había caído en la cuenta de que la vida humana era de todo menos sencilla.

Para cuando terminé el dichoso artículo habían pasado las ocho y media, y tendría que darme prisa si no quería llegar tarde a mi cita con Nathan. Me había prometido que aquella noche, aprovechando que él libraba del trabajo, haríamos algo distinto. Ya había caído la noche cuando salí del trabajo, y si aquella prácticamente deshabitada calle ya se veía triste a la luz del día, por la noche la sensación se triplicaba. Al no disponer de coche y al no haber nunguna estación de autobús cercana, me tocaba ir andando, aunque afortunadamente el parque de diversiones en el que habíamos acordado encontrarnos tan solo se encontraba a un par de manzanas de allí.

La temperatura era cálida al encontrarnos en pleno verano pero soplaba una suave brisa que hacía el ambiente de lo mas agradable. Caminaba a paso rápido, pues no deseaba hacerle esperar y, al mismo tiempo, sentía unas tremendas ganas de verle de nuevo. Tan sólo habían pasado unas horas desde que nos habíamos despedido aquella mañana, pero por razones más que obvias el tiempo que pasaba con él siempre me parecía insuficiente. Supe que estaba llegando a mi destino cuando el número de transeuntes comenzó a aumentar, al mismo tiempo que la alegría de una de las zonas con más vida de la cuidad. Cuando por fin tuve el parque de diversiones delante me paré y comencé a mirar a mi al rededor, buscando a Nathan con la mirada. A penas transcurrieron un par de minutos cuando nnoté que alguien enredaba suavemente mi dedo con el suyo, y no me hizo falta girarme para saber que era él. Acercó sus labios a mi oído y lo rozó con la nariz, provocando en mi una automática sensación de bienestar. Me giré para mirarle diréctamente. - A mi novio, no le habrás visto por aquí ¿verdad?- Respondí, al mismo tiempo que una sonrisa asomaba por mi rostro.

Christal me reconoció enseguida, ya que no se sobresaltó con mi cercanía y mucho menos con el susurro que acababa de emitir. Me mantuve aspirando su perfume hasta que se dio la vuelta. No quería alejarme, pero de todos modos lo hice, distanciando un poco nuestros rostros hasta donde lo consideré aceptable, obviamente no demasiado. Mi mano en cambio no se apartó, sino que fortaleció el agarre que hacía unos momentos había creado, entrelazando mis dedos con los de ella por completo. Poder ver su rostro con tanta claridad era algo que le habría quitado al aire a cualquiera, sin duda la belleza no la había abandonado cuando lo hicieron sus alas. Un pensamiento recurrente abordó mi mente en aquel momento, uno al que todavía no había conseguido encontrarle lógica por más intentos que hiciera de comprenderlo; ¿cómo alguien era capaz de hacerle daño a un ser como ella? por más mínimo que éste fuera y sin importar de quien viniera. Todavía eran visibles las heridas en su espalda que ya comenzaban a cicatrizar; más de una vez había tenido oportunidad de recorrerlas con mis dedos mientras ella dormía, intentando rozarlas con la mayor suavidad existente, deseando poder ser capaz de hacerlas desaparecer por completo, como si nunca hubieran estado allí.

Hice a un lado cualquier clase de pensamiento cuando escuché su voz, una sonrisa se dibujó instantáneamente en mis labios y negué con la cabeza. - No creo haberlo visto... pero tengo la noche libre y seguro que te la pasas mejor conmigo - respondí con una expresión tentadora en el rostro. Mi mano libre se amoldó sobre su mejilla y no volví a decir nada más, tan solo me acerqué necesitando sentir el contacto de sus labios. La besé despacio, sintiendo como la calma se apoderaba de mi al instante, la espera ya había acabado al igual que todo el estrés de un típico día, no restaba más que relajarse y disfrutar de su compañía.

Me aparté momentos más tarde, dejando caer mi mano de su rostro. - ¿Qué tal el día? - le pregunté como acostumbraba, mi vista se entretuvo en sus ojos claros, como si estos tuvieran una fuerza magnética que impedía poder mirar cualquier otra cosa, pero sabía que si no lo hacía aquella estúpida expresión enamorada aparecería en mi rostro. Solté su mano para poder rodear sus hombros con mi brazo, acercándola a mi costado para comenzar a caminar al interior del parque. - Espero que te agrade el lugar, podemos ir a otro sitio si lo prefieres - ofrecí, ya que al momento de citarla no había dado demasiadas opciones.

Distanció un poco su rostro del mío y agarró mi mano con más consistencia, terminando de entrelazar el resto de sus dedos con los míos. Al hacerlo, el anillo de compromiso que lucía en mi dedo anular rozó levemente dicho dedo, en un movimiento casi imperceptible. Aquel pequeño anillo que recientemente Nathan me había regalado al pedirme en matrimonio era lo último que se hubiera imaginado que poseería a penas un par de años atrás. Hasta ahora, la palabra "enamorarse" jamás había figurado en mi vocabulario, y mucho menos la palabra "matrimonio". Para mí esos términos eran completamente desconocidos, ajenos a mi persona. Siempre había tenido muy claro que no debía enamorarme pues, según pensaba en aquella época, tan sólo me traería problemas, por ello evitaba a toda costa que aquel sentimiento me encontrara. Mi forma de pensar había dado un giro de ciento ochenta grados desde que conocí a Nathaniel, y ahora pensaba que enamorarme de él era lo mejor que me podía haber pasado en la vida.

Al escuchar su respuesta mi sonrisa se ensanchó, confiriéndole a mi rostro una expresión de diversión. Acto seguido posó su mano en mi mejilla y antes de que me diera tiempo a decir nada sus labios estaban sobre los míos. En ese preciso instante todo lo que había al rededor desapareció para mi, cómo cada vez que me besaba. Fue un beso corto, pero duró lo suficiente cómo para que un millón de mariposas revolotearan traviesas en el interior de mi estómago. Los besos de Nathan tenían en mi el mismo efecto que el chocolate en un niño goloso, me sumían en una perfecta calma.

Abrí los ojos cuando se separó, y mi mirada se topó con la suya durante unos segundos. Cuando formuló su pregunta me encogí de hombros. - Largo. He tenido que quedarme un rato más en el trabajo. - En realidad, casi todos los días laborales se me hacían largos, a pesar de disfrutar con mi trabajo. - ¿Y el tuyo? - Pregunté, volviendo a esbozar una sonrisa. Rodeó mis hombros con su brazo al mismo tiempo que comenzábamos a adentrarnos en el parque. - No, este lugar está bien. - Miré brevemente a mi al rededor, examinando el parque en el que nunca antes había estado. - Será divertido. - Comenté, volviendo la vista a Nathan.

Al escuchar su respuesta me reproché no llevar un móvil conmigo o algo por el estilo, de haber sabido que saldría más tarde de su trabajo, posiblemente habría llegado a tiempo para poder recogerla. Prefería evitar que tuviera que ir a alguna parte por la noche y sola. Londres nunca había sido un sitio demasiado seguro y ahora menos, los tiempos que corrían eran bastante complicados. Mi instinto sobre protector no era algo que cualquiera consiguiera hacer aflorar, pero con Christal era algo completamente diferente. Desde hacía bastante era la única persona que conseguía darle significado a mi vida, llegando justo en ese momento en donde no parecía importar nada más; la sensación de soledad y vacío era algo complicado de soportar, sin importar cuanto empeño y ánimo pusieras al empezar el día, siempre llegaba un momento de éste en donde recordabas que de todo aquello que una vez conociste ya no quedaba absolutamente nada.

Me encogí de hombros, no había mucho que resaltar, no había hecho demasiado, aunque las pocas tareas habían resultados tediosas. - Nada que se salga demasiado de lo normal - me limité a responder atrapando uno de los mechones de su cabello que revoloteaba con la brisa nocturna. - Pasé unas cuantas horas afinando el piano, y luego tuve que ir a ver a un ex compañero de trabajo de mi padre - comenté en un tono despreocupado, dejando que las hebras castañas resbalaran por entre mis dedos y antes de que llegaran a escaparse por completo, volvía a apresarlas. Aquellas visitas eran algo que la mayoría de las veces prefería saltar, el hombre pisaba los setenta, bastante cómico y amable, pero le gustaba rememorar viejas historias que a veces dolía escuchar.

La algarabía era más palpable cuanto más nos adentrábamos, el ambiente invitaba a dejar fuera las preocupaciones y el estrés. Mi vista vagaba por el lugar, entreteniéndome en observar las decoraciones y puestos. Su voz me trajo nuevamente a tierra y volteé de inmediato. - Fue el primer sitio que se me vino a la cabeza, tan solo quería tener un momento a solas contigo, fuera de casa - confesé, últimamente las salidas habían comenzado a mermar un poco.

Conforme avanzábamos, adentrándonos en el parque, mis ojos recorrían cada esquina del lugar. Era curioso que a pesar de ser Miércoles el parque de diversiones estuviera abarrotado de gente de todo tipo. Si, había una gran diversidad de gente allí concentrada, pero todos tenían algo en común, parecían estar pasándolo en grande. Niños y mayores subían y bajaban de las atracciónes que prometían una buena dosis de adrenalina, y todos ellos -menos algún niño asustadizo- lucían sonrisas en sus rostros. Daba la sensación de que toda la alegría de la ciudad se había concentrado en el mismo punto, y te invitaba a dejar la mente en blanco y disfrutar de ella. El panorama consiguió ponerme de un repentino buen humor. Una sonrisa se dibujó en mi rostro y, puesto que nunca había estado en un lugar parecido, miraba a todas partes cómo si acabara de descubrir el lugar más maravilloso del mundo. Podría parecer raro que una persona de mi edad no hubiera estado nunca en un parque de diversiones, pero nunca antes había hecho ningún esfuerzo por integrarme demasiado en la vida humana, hasta que me había convertido en una.

La voz de Nathan me sacó de mi breve ensimismamiento y dejé de mirar todo cuanto me rodeaba para mirarle directamente a él. Atrapó un rebelde mechón de mi cabello y lo deslizó entre sus dedos, y yo no hice otra cosa que escuchar lo que me decía. - ¿Es ese hombre al que ya has visitado alguna vez? - Pregunté, sin estar segura de si se refería al hombre al que, según sus propias palabras, prefería no visitar demasiado a menudo. Casi inconscientemente con mi mano izquierda cogí la mano de Nathan que colgaba de mi hombro, entrelazando mis dedos con los suyos.

Escuché su comentario acerca del lugar escogido para la salida y volví a echar un vistazo a mi al rededor. - No podrías haber escogido un lugar mejor. En fin, míralo, es perfecto para despejar la mente.- Comenté sonriente, aún asombrada de lo mucho que me estaba gustando el lugar. No era la típica chica a la que le gustaban las citas elegantes y sofisticadas, yo era más de lugares como ese, que me hicieran sentir bien, que me hicieran sentir cómoda. Aunque, en el fondo, el lugar no era lo más importante pues siempre que estuviera con Nathan me sentiría bien y cómoda.